Reflexiones a 1º de mayo
Hoy es 1 de mayo de 2008, Día de los Trabajadores y trabajadoras celebrado en muchos países. Y como cada año hay una manifestación en cada ciudad por una mejor situación laboral, por esto y por lo otro... Yo no he ido a nonguna ya que me descepciona esta estúpida escisión de la izquierda mientras los de arriba siguen en el poder sin cambiar las cosas. Miré qué manifestación había en gijón y vi este cartel en kaosenlared:
Bueno, el caso es que no fui porque la convocan CGT (Confederación General del Trabajo), CSI (Corriente Sindical de Izquierdas) y SUATEA-SF por un lado, (en Gijón) y CCOO y UGT por otro (Langreo), y los partidos más importantes no se les suman (PCE, PCPE). Y en un día en el que se supone que todos y todas los trabajadores deben estar unidos están todos separados. Y eso sí, unos estarán en una ciudad, otros en otra, pero todos con banderas republicanas, estampitas del ché y bajo el mismo lema... ¿tan gilipollas hemos llegadoa ser?
Como dije en el artículo Unámonos todos y todas los republicanos en un frente de izquierdas de una vez, ya va siendo hora de que dejemos a un lado nuestras siglas y nuestros líderes y nos unamos por lo que todos queremos, LA TERCERA REPÚBLICA.
Acabo diciendo que mientras miraba en varias páginas si había manifa, vi un texto muy interesante en la página del PCA (Partido Comunista de Asturias) que responde una pregutna que muchos, directa o indirectamente se hacen: ¿Tiene sentido hoy un Partido Comunista? Así que querido lector o lectora te ruego empeñes cicno minutos de tu vida a leer esto, pues confío en que te hará ver las cosas de un modo distinto, ya apoyes el tema o no.
¿Tiene sentido hoy un Partido Comunista?
TREINTAIUN AÑOS DESPUÉS DE LA LEGALIZACIÓN
Hacerse esta pregunta implica asumir la existencia de un cuestionamiento social ampliamente extendido sobre la actualidad del ideario comunista y sus partidos en la sociedad contemporánea. Y hacerlo, lejos de asimilarse a ninguna actitud defensiva, supone tomar el toro por los cuernos y enfrentarse sin complejos, argumentadamente, a la anestesia con que la ideología del sistema pretende adormecer la conciencia social y, en especial, la de los trabajadores.
Es un hecho que el modelo social surgido en 1917 fue agotándose hasta llegar al colapso final que significó el estallido de la URSS y la caída del llamado “Campo Socialista”. La tenaz resistencia del sistema capitalista mundial, los múltiples errores y deformaciones en que incurrieron aquellas experiencias de cambio de modelo productivo, pese a su aparente solidez, y la lentitud para sumarse a los procesos revolucionarios en otras partes del mundo impusieron una derrota histórica de enormes consecuencias.
Entonces, como se ha dicho hasta convertirse en tópico, a muchos se les cayó encima el muro de Berlín y, desencantados, tomaron el hundimiento traumático de aquellas experiencias históricas, por el fracaso del marxismo como instrumento para el análisis de la economía capitalista, como teoría de la historia y como guía para la actuación política destinada a cambiar el sistema.
En el Estado Español el fenómeno descrito produjo efectos políticos e ideológicos de particular relevancia. En efecto, si manifestaciones ideológicas de la llamada posmodernidad, como la teoría del final de la historia, el consumismo acrítico, el individualismo radical e insolidario, la competitividad rampante, el relativismo de los valores, el endiosamiento del mercado y de la globalización, el retroceso del pensamiento marxista en las universidades, del compromiso en los intelectuales, de los mecanismos de cohesión y movilización en la sociedad constituyen datos presentes en mayor o menor medida en la sociedades de nuestro entorno geopolítico, no es menos cierto que en España estas manifestaciones fueron allanando un caldo de cultivo singularmente favorable.
Ello se debe a varios factores: El Partido Comunista de España, la fuerza de resistencia al Franquismo más eficaz durante cuatro décadas, había atraído a su seno una ingente cantidad de militantes de aluvión, especialmente a partir de 1970, que con frecuencia no eran comunistas, sino sencillamente demócratas contrarios a la dictadura.
El Partido que lideraba Carrillo, pese a estar dirigido internamente por férreos mecanismos de control, en lo externo, bajo la etiqueta del "eurocomunismo", trataba de hacerse un hueco en la "honorable sociedad" y en la ya presentida transición, congraciandose con las fuerzas vivas y "respetables". La renuncia a planteamientos y símbolos que conformaban la identidad del Partido, y sobre todo al ejercicio de su reconocida capacidad movilizadora en defensa de reivindicaciones de clase, para propiciar el pacto social, fueron otros tantos elementos que sirvieron de abono al reblandecimiento ideológico del PCE en los años 70-80, preparando el terreno a la caída de la lucha ideológica y a la extensión social del "pensamiento débil". Si a ello le añadimos, tan pronto como el PCE toco "poder" en 1979, la preeminencia de lo institucional sobre lo social y las movilizaciones, o la temprana subalternidad con respecto al PSOE ("juntos podemos"), podremos entender perfectamente el abortado intento de disolución del Partido en una maniobra "a la italiana" o su congelación a partir del XIII Congreso en un partido casi sin funciones.
Así las cosas, resultaba explicable la espectacular pérdida de efectivos: unos se iban porque nunca habían sido comunistas y no se reconocían en un partido con esa denominación y otros se iban también precisamente por lo contrario, porque eran comunistas y no se identificaban con las práticas de un partido autolimitado y autista, más dado a las fiestas y loterías que a una decidida intervención social de clase contra el sistema socioeconómico y su clave de bóveda política, la monarquía heredada del franquismo.
Cuando, de forma mediata, a través de la primera Izquierda Unida, el Partido participa en el repunte de conciencia y las movilizaciones de los 90, aparece una nueva versión de la reacción interna, la llamada "Nueva Izquierda" que consiguió desgastar y erosionar a IU como alternativa transformadora para terminar en la "casa común" del PSOE.
Posteriormente, el relevo de Julio Anguita y el acceso de Llamazares a la cabeza de IU van a significar en la práctica la imposición tardía de aquellos mismos postulados de "Nueva Izquierda" que parecían derrotados. El proyecto incluía el definitivo aislamiento del PCE y, llegado el momento, la liberación del "lastre" que para algunos suponía.
Es con esos antecedentes próximos y remotos como el Partido termina reaccionando en su XVII Congreso Federal y en el repetido VIII Congreso del PCA. ¿Tienen sentido y viabilidad estos últimos esfuerzos?
Veamos. El sistema imperante en su actual desarrollo imperialista y globalizado continúa demostrando ser un sistema incapaz de cubrir las más elementales necesidades (alimento, vivienda, salud, educación) para la mayoría de la población del mundo. Centenares de millones de personas continúan chapoteando en la miseria, el hambre, el analfabetismo y la muerte por enfermedades curables. La mayor parte de los países siguen siendo países dependientes, encorvados bajo la deuda externa y víctimas del más despiadado expolio. Continentes enteros como África, son arrojados a la marginalidad permanente. El planeta en su conjunto padece una desenfrenada depredación por mor del beneficio que dirige y orienta la práctica del capital. Todo ello lesiona además los derechos humanos más elementales.
Pero no es necesario mirar al ancho mundo, incluso sin moverse de España es patente el retroceso de conquistas sociales que costaron en su día enormes sacrificios al movimiento obrero; se hace evidente la involución del llamado "estado del bienestar". Reconversiones industriales salvajes con enormes secuelas de despidos, privatizaciones generalizadas, práctica desaparición del sector público, extensión de la precariedad laboral, recorte de derechos, contratos basura, empleo a través de ETTs, salarios míseros, siniestralidad evitable, deslocalizaciones de empresas, fiscalidad regresiva, amenazas a la Seguridad Social, superbeneficios de la gran empresa y de la banca, constituyen algunos datos básicos que han producido el actual panorama de las relaciones capital-trabajo.
Junto a ello, aparecen sus secuelas de miedo entre los trabajadores a reivindicar sus intereses, a movilizarse y hasta a sindicarse, ante la posibilidad de perder el empleo, en un marco en el que la corrupción y la represión recobran todo su protagonismo como partes inseparables del sistema.
Y es en ese escenario, como los gobiernos del capital, llámense del PP y sean brutales o se refugien entre el talante amable de Zapatero y la férrea mano contable de Solbes, terminan cumpliendo sus inexorables funciones internas y externas al servicio del sistema:
Dentro, encarcelamiento de sindicalistas combativos, nuevas vueltas de tuerca en la reforma laboral, dosificación de inmigrantes en función de intereses empresariales, muros de la verguenza en Ceuta y Melilla, campos de internamiento, adecuación del sistema educativo y de la Universidad a los intereses productivos del gran capital, privatización descarada o disfrazada de servicios públicos en la educación, la sanidad, los transportes, las comunicaciones, etc...; y fuera, intervenciones militares en Afganistan, Kosovo, Líbano, etc… en defensa de intereses imperialistas o neocolonialistas que demuestran como la guerra es un fenómeno inherente al capitalismo.
Por muy fuerte y consolidado que aparezca, ¿Es a ese sistema al que todos debemos someternos? ¿Es ese sistema el que desde la izquierda debemos gestionar, introduciendo tal o cual medida correctora, para hacerlo "más humano" o un poco menos injusto? ¿O sigue siendo necesaria la rebeldía frente a el? ¿O es posible otro mundo en que la mayoría social tome conciencia e imponga su alternativa? Es ahí donde aparece con toda claridad el papel de los comunistas. Es ahí donde tiene su sitio un partido con voluntad de intervención, dispuesto a corregir autocríticamente sus errores, aplicando un método materialista de análisis y dispuesto a descender a la calle, a organizarse entre los trabajadores y a implicarse en sus necesidades y reivindicaciones concretas; un partido que cohesione, que sume, que articule socialmente, que oriente políticamente y que anteponga la movilización social a la representaciones institucionales; un partido capaz de vertebrar convergencias político-sociales más amplias, independientemente de la denominación que adopten en cada tiempo o en cada lugar.
Pero ¿además de necesario es viable ese proyecto?. Sin entrar en consideraciones filosóficas acerca de la dialéctica entre necesidad y posibilidad, cabría decir más a ras de suelo que, cuando menos, parece abrirse una etapa histórica plena de expectativas: en España el anunciado pinchazo de la burbuja inmobiliaria, la crisis "del ladrillo", sus repercusiones en aspectos muy especulativos de la economía y el agotamiento del presente modelo de acumulación del capital hacen prever el rebrote de tensiones sociales y la agudización de contradicciones, facilitando la toma de conciencia y las condiciones para anudar la organización y movilización de los trabajadores. En el mundo se perfilan nuevas correlaciones e incluso lo que vendría a ser un cambio de ciclo en las estructuras del poder global: la imparable emergencia de la República Popular China, el despertar revolucionario de los pueblos latinoamericanos, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua... junto a una Cuba empeñada en reactualizar su marco socialista, la tenaz resistencia del pueblo en Irak y en Palestina, comprometiendo la capacidad de intervención imperialista en nuevas aventuras, son otros tantos factores que señalan la tendencia de un mundo en que la historia no ha terminado y en el que la explicación marxista de sus mecanismos, trenzada con la voluntad antagonista de los trabajadores y los pueblos, necesita para vivir una organización. Eso es precisamente el Partido Comunista.
Francisco de Asís Fernández
Secretario General del Partido Comunista de Asturias
¡Salud y Comunismo!
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