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Heterodoxo

El tema de la caridad

El tema de la caridad

He vuelto a este mi especie de diario tras un considerable tiempo por problemas primero de conexión, los cuales acabo de arreglar, y segundo de salud, ya que por estas fechas siempre me pongo malo de los malditos bronquios, además de la gripe que este año pega fuerte, algo que me ha llevado a reducir mi consumo de cannabis y cualquier cosa que pase por los pulmones (exclúyase obviamente nuestro amigo el aire). Pues bien, esto me ha llevado a no poder opinar sobre temas que me habría gustado como la revolución de trabajadores y estudiantes que está sucediendo en Grecia, pero de todos modos ya trataré este y otros temas más adelante.

Un tema que sigue estando muy vigente por estas fechas es el de la caridad. Como estuve malo empecé a ver la tele con más frecuencia, y me he dado cuenta de que por estas fechas a todo quisqui le entra el espíritu navideño y empieza a hacer galas y anuncios con negritos o niños terminales a cascoporro, sobre todo aquellos que precisamente viven mejor que la mayoría, ya sea Raphael en su gala de cincuenta años cantando con la voz ya cascada que tiene mientras aparecen africanos de vete tú a saber dónde en la pantalla grande de atrás, o el Gonzalo Miró ese concursando con otros pintamonas en pasatiempos estúpidos para que el dinero que ganen se lo den a África. Antes de nada decir que ya pueden estar finos ese día si la vida de esas personas depende de la cultura de esta oligarquía de los medios de comunicación.

Y la cosa sigue: Fundación Letizia Ortiz, I+D (Investigación más Desarrollo), Unicef, Cruz Roja, Intermón Oxfam, Cáritas, etc...

Sobre esto me merece dos opiniones, la primera dirigida a todos estos que, sobre todo por estas fechas en las que Charles Dickens se presenta en sus intereses económicos y empiezan a hacer todo este tipo de anuncios, a participar en organizaciones dando algo de sus perrillas y llamando a los teleadictos de clase media a contribuir en ello. Sobre estos no tengo nada más que decir que son unos completos sinvergüenzas dignos de un desterramiento a Siberia. ¿Por qué? Si lo único que hacen es que los más adinerados (ya sea la monarquía, los tertulianos o algún que otro yuppie) den algo de su fortuna  a los más necesitados... Parece justo ¿no? Ellos dan su dinero, por lo que los pobres son más felices, nosotros también lo somos al ver que por estas fechas el mundo es más justo ¡y sólo con encender la tele, qué chollo!, y los que dan ese dinero también lo son porque, además de que pueden comprarse el tercer deportivo nuevo sin remordimientos, ganan publicidad... Todos ganamos ¿no? Aquí lo dejo por el momento.

La segunda opinión que tengo al respecto va para aquellos y aquellas que anónimamente ayudan a los más desfavorecidos, personas mucho más dedicadas y valientes que cualquiera de nosotros empezando por un servidor, algunos que han dado la vida en ello y otros que casi la pierden. Estas personas, ya sean de Unicef, de Intermón Oxfam, de la Cruz Roja o incluso de alguna orden religiosa, merecen mi respeto por la buena intención que tienen, pero quiero decir que su modo de actuar no me parece el más eficaz. Me explico:

Ellos se gastan un montón de pasta en publicidad, anuncios bastante ingeniosos por aquí y por allá para adularnos y que la clase media occidental, osea nosotros, demos algo de nuestros bienes a estos defavorecidos del tercer o el cuarto mundo la mayoría de las veces. Y nosotros damos seis, o igual menos euros al mes para apadrinar a un niño, o para que en Níger pùedan extraer agua del subsuelo en vez de tener que caminar horas para conseguir una contaminada, o para que no se mueran miles de niños y adultos de sida o malaria al día... la lista en interminable, y las razones también. Pero creo que esa no es la solución. Así podemos salvar a uno, dos, cuatro o cincuenta, pero miles y millones de personas tienen problemas de todo tipo que van desde enfermedades (muchas curales), hambre, guerras, salarios ridículos de incluso menos de un euro al día, explotación de miles de trabajadores, muchas veces menores, prostitución tanto de mujeres como niños, esclavitud, terrorismo de Estado, y es un gran problema en conjunto que así no solucionaremos. Mientras un occidental de clase media da algo de su dinero a estas zonas para ayudar a unso pocos, o incluso si deja su trabajo y su casa o incluso su familia y se va a la zona en cuestión a ayudar el resto de su vida, mientras tanto, los gobernadores capitalistas que hemos elegido democráticamente se ocupan de que la solución no se extienda, ¿cómo? No perdonando la dedua externa, un gasto mínimo que es el yugo que mantiene en la pobreza a toda esta gente, vendiendo armas tanto a los gobiernos corruptos del tercer mundo como a las guerrillas para financiar guerras que desestabilicen los países y poder ocuparlos con las ’’fuerzas de paz’’ yasean cascos azules o las Fuerzas Armadas, dejando el comercio, base de la economía de cualquier país en manos de empresas que buscan el mayor beneficio posible a costa de comprar productos manufacturados en los países pobres a un precio absurdo para luego revenderlos a un precio enormemente superior quedándose así los beneficios (y creedme, el transporte no es tan caro, unas converse all star cuestan cincuenta pavos mientras que en Vietnam, país de fabricación, cobran un salario infinitamente inferior al coste de venta aquí), la venta  a un precio demasiado alto de fármacos esenciales para la vida de millones de personas (ver ’’El Jardinero’’ película que trata bien este tema), etc...

¿A dónde quiero llegar a todo esto? A que hay que saber distinguir entre caridad y solidaridad. Por eso siempre me ha gustado este cartel de propaganda de la II República española.

Para explicarlo viene muy bien la fábula del niño y el pescador, que cuenta que un niño pobre tenía mucha hambre, de esto que se encuentra con un pescador, y entonces el pescador le ve, le da pena y le da un pez de los que pescó para quecene esa noche. Esto es caridad. Ahora bien, ¿no sería mejor que en vez de darle un pez para que cene esa noche le enseñase a pescar para que cene todas las noches? Pues bien, esto es caridad.

Apliquémoslo a la deprimente situación actual. ¿No sería mejor que en vez de dar algo de nuestro dinero a ayudar a unos pocos mientras que nuestros gobernantes se preocupan de que la cosa siga así obligásemos a que estos gobernantes y sus despiadados aliados del libre mercado acabasen con este genocidio que va en contra de todo derecho del hombre y la mujer? ¿No sería mejor que en vez de hacernos socios de Unicef nos levantásemos contra el sistema capitalista por un comercio justo y por la abolición de la deuda externa y de las disctadura del capital que alimenta la miseria? Claro, aquí nos entra el miedo, alimentado por los mismos que se hacen la foto con el negro moribundo, y es que si mejoramos la situación en el tercer mundo nosotros pasaremos hambre, que la naturaleza del hombre es estar por encima de los demás, que es muy difícil cambiar las cosas, etc etc...

¿Es que no estais hartos de toda esa mierda? Grecia se ha levantado contra el capitalismo, la crisis ha pasado de afectar a los tercermundistas a afectarnos a nosotros con paro y recortes salariales, el salario mínimo, que Izquierda Unida pedía en mil euros ha subido sólo un 6% hasta los 624€, y el gobierno, el mismo que se ocupa de no abolir la deuda externa y que vende armas a países como Marrucecos que usan contra el pueblo saharaui, nos da regalitos de mierda mientras la situación empeora día tras día. ¿Qué debemos hacer? ¿Apretarnos el cinturón hasta que pare la recesión económica? ¡No me jodas! Mientras despiden a un montón de trabajadores los bancos ganas miles de millones y las empresas siguen con sus ganancias, producen menos petróleo para que los jeques y los cerdos petroleros tejanos no tengan que vender parte de su rancho... ¿Acaso hace falta que la madera mate a un estudiante español como en Grecia? ¿No tenemos ya suficientes razones? Aqui lo dejo para la reflexión, epseremos que la gala inocente o los conscursos por África no nos tomen mucho tiempo, igual no nos queda para la Revolución.

¡Salud!

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