Blogia
Heterodoxo

El Trío del Mal tras el Holocausto #3

El Trío del Mal tras el Holocausto #3

Tras un tiempo de reflexiones morales y furiosos debates internos que me han impedido disponer de tiempo para continuar la historia, aquí muestro la ansiada tercera entrega a mi club de lectores.

Capítulo 3

El sol brilla con fuerza. ‘¿Qué es esta sensación que tanto me desagrada y tan familiar me resulta?’ se pregunta Txus. Una sensación interesante, algo que le hace recordar. Abre los ojos y los cierra ante el agresivo manto de luz que le abrasa las retinas. Se recuesta, baja la cabeza e intenta diferenciar formas y figuras entre la sombra de su cuerpo. El aire huele extraño, intensamente extraño, y la sensación extraña y familiar se acentúa por momentos. Se levanta. Da unos pasos y mira alrededor. Lo único que se ve son ondulaciones infatigables en el horizonte. Al suelo, arena endurecida por la tierra, y una llanura que se extiende hasta esas lejanas ondulaciones. Arriba el cielo, y sobre él, un gran sol que lo tiñe todo de luz. El olor intenso del aire, un olor a tierra intenso y ahogante, se ve un segundo interrumpido por otro más familiar, el del sudor que gotea a borbotones del cuerpo de Txus. Ahora lo entiende, la extraña sensación que sentía no era nada más que calor, pero le sorprende. Le sorprende que vea esa sensación tan lejana, como algo de una vida anterior que ahora retoma. Camina un poco más, se detiene. La ropa que lleva, una camiseta blanca de tirantes, unas bermudas verde claro y unas sandalias, no le suenan de nada. A decir verdad, nada le suena, ni siquiera él mismo. Entonces empieza a atar cabos. Pensando y pensando empieza a recordar sensaciones extrañas, extraoridnarias, como de otra vida, y de repente la iluminación: recuerda cuando estaban en la entrada de un hotel. Hacía frío, y estaba riendo. Estaba con sus amigos, entonces la pena le invade. Sabe por qué estaba con ellos. Luego recuerda el LSD que tomaron, y vuelve esa memoria amorfa que le dice cosas en otro idioma.
-Hemos tomado LSD. ¿Dónde estoy? ¿los demás?
A medida que se iba dando cuenta de dónde estaba, la preocupación aumentaba, así como su paso. Al alcanzar la cima de un monticulo pudo divisar una mancha a lo lejos, entre la planura del desierto. Corrió hacia ella, pero sólo los primeros tres minutos, ya que el sol no permitía mucho más. Al acercarse divisó una columna de humo negro, y bajo ella, un avión militar en llamas. Hay huellas humanas alrededor. ‘¿Serán mías?’ pensó Txus. Merodeó alrededor en círculos cada vez más grandes hasta que encontró algi que interrumpía la eterna planicie. Era un cobertizo chabolesco pero algo grande, pero lo más intrigante era que de ahí salían voces. Se apresuró a entrar mientras se percataba de que entendía lo que decían. Una tela tapaba la entrada. Asomó la cabeza y no vio a otros sino a Don y Samanta, que charlaban sentados en unos roídos sillones como cualquier día. Samanta tenía unas largas melenas hasta algo más que la media espalda, y Don lucía una frondosa barba que contrastaba con su cabeza rapada. Se les pusieron los ojos como platos al ver a Txus.
-¿Se puede? –Dijo Txus ironizando la excitación del momento.
-¡Me cagüen la hostia si es Txus!
-¿Ueee? ¡Joder qué potra chaval pero,  si ya estábamos preocupados!
-Yo también me alegro de veros –contestó Txus.
Tras los abrazos y comentarios del momento, se sentaron en esos escuetos asientos y le contaron al desenterado de Txus la situación.
-Había un avión en llamas ahí al lado, ¿sabéis algo de eso?
-Sí. Dime, ¿te acuerdas del día ese que tomamos LSD antes de irnos de viaje?
-Sí, lo recordé hace poco, cuando me desperté ahí en el puto desierto.
-¿Cuánto tiempo crees que ha pasado?
-¿Mucho?
-Echa.
-Hombre, para haber acabado en este desierto...
Don acercó un reloj digital que llevaba y se lo mostró. Bajo la hora (las 13:26 para los curiosos), se veía la fecha, que marcaba 2 - 5 – 09.
-Anda mira, hoy es el día de Madrid –bromeó Txus. No sabía por qué, pero aún sabiendo la de tiempk que había pasado, estaba en un etsado que podía comprenderlo fácilmente si exclamaciones y fijarse en aspectos menos trascendentales. Aún así continuó- ¿Todo este tiempo ha pasado? ¡Pero si son...!
-Unos cinco meses de viaje –sentenció Samanta riendo.
-Y... ¿y dónde estamos? –preguntó txus observando la sonrisa que pusieron cuando formuló dicha pregunta.
-No te lo vas a creer.
-Hombre, teniendo en cuenta que ya es bastante difícil creerse que haya estado cinco meses de psicodelia pura, así que desembucha.
-Mira esto –dijo sacando un mapa en letras extrañas-. Es un mapa que encontramos aquí. ¿Sabes dónde estamos?
-¡¿¡¿Pakistán?!?!
-¡Pakistán primico!
-Pero... que no puede ser, cómo hemos llegado aquí?
-Seguramente en ese avión en llamas que está ahí uera –dijo Don.
-Y vete a saber tú dónde hemos estado antes –añadió Samanta.
-¿No será casualidad lo de ese mapa y estamos en Almería? –objetó Txus.
-También hemos encontrado otros papeles en árabe y un pasaporte que pone pakistán, mira –respondió Don mostrándoselo.
Txus se quedó pensando, su mente superproductiva no podía asimilar eso.
-Buah que movida –dijo.
Estuviaron ahí charlando y pensando en quñe harían ahora. A la hora Don dijo:
-Oye, igual son paranoias mías pero a mí me huele a porro aquí, y ninguno de nosotros tiene.
-¿Tú también lo hueles? ¡pensé que eran cosas mías! –dijo Txus.
-Yo... tengo mocos –añadió Samanta.
-Igual hay por aquí quién sabe. Que Pakistán pdroducía mucho y muy buen hachís –dijo Txus.
Empezaron a buscar y Don encontró algo que se salía de lo común en aquél suelo de tablas. Y era una puerta en el suelo atrancada con un cerrojo. Como no podían romperlo acabaron rompiendo la puerta, no sin esfuerzo, pues era de tablas toscas. Cuando lo consiguieron, bajaron unas escaleras de mader, y lo que ahí vieron fue aún más impresionante que todo lo anterior. Había en un habitáculo de unos treinta metros cuadrados ladrillos y ladrillos apilados hasta una altura de dos metros que ocupaban toda la estancia. Estos ladrillos depsedían un fuerte olor bastante peculiar, y al tocarlos cedían a la presión de los dedos.
-¿Es lo que yo pienso que es? –preguntó Don.
-Tío, esto no se puede creer. ¡Aquí debe de haber toneladas de hachís pakistaní!
La siguiente escena es la de nuestros amigos fumando hachís en pipa con un pelotazo de la virgen.
-Tío, ¡que vida más rara tenemos! Nos quedamos solos en el planeta, nos damos un viaje de la hostia colocados con una droga potentísima y aparecemos en el puto Pakistán fumando hachís de un covertizo de narcotraficantes –divagaba Txus mientras flotaba en el estupendo mrao de aquel hachís pakistaní que de la pureza se deshacía al mínimo roce.
-Yo ya no me puedo creer nada –añadió Don.
-¡Hostia! ¿Y si pakistán no estuviera asolado por ese extraño holocausto y aquí vivieran unos putos narcos? Igual estamos exponiéndonos a que nos maten o vete tú a saber –alertó Samanta.
-Coño es verdad... –pensó Txus.
-No tío, porque estamso en un puto desierto y esta es una mierda de txabola, no va a vivir nadie aquí –dijo Don.
-No, porque mira la de hash que hay tío, por aquí vendrá alguien de un momento a otro –rebatió Txus.
-¿Qué dices tío? Esto está deshabitado, y esta carga no se repartirá hasta dentro de un tiempo, no sé, sería mucha coincidencia que llegaran justo un día que estamos aquí fumando –insistió Don.
-Bah tíos no os ralléis y fúmale que yo ya le he dao –interrumpió Txus.
-Buah pasa –dijo Samanta sonriendo.
-¿De qué estábamos hablando Samanta? –preguntó Don.
-Eh... no sé tío, creo que de Steve Urkle. Mira fúmale que este es doblecero.
Las siguientes horas pasaron plácidas en la humilde txabola donde fumaban esea partida de alijo. Charlaron de su situación y lo que iban a hacer, de lo que se acordaban de todo este tiempo de viaje por las brillantes lagunas de la psiocdelia, en un estado de confusión pero sin quitar ese ya tan arraigado desenfado y dejar vivir de nuestros personajes, que hacía que todo les diera un poco más igual.
-La luz... la luz...
-Que vida más rara tenemos. Nos quedamos solos en el planeta, nos damos un viaje de la hostia colocados con una droga potentísima y aparecemos en el puto Pakistán fumando hachís de un covertizo de narcotraficantes.
-La luz es... azul. La luz...
-Tú... ¿no sientes algo que... dios, recuerdo esta sensación.
-La luz.... –Repetía una y otra vez Don, mirando el cielo azul con la mirada perdida en lo profundo de sus pensamientos, y de repente una sensación invadió su cuerpo. Una vieja a miga que volvía.
Un flashback de el efecto del lsd tan potente provocado por el consumo de cannabis hizo que Don, Txus y samanta volvieran a ese profundo estado de psicodelia pura que los desinhibe por completo de la realidad.

Los pájaros voletean y pían exaltados por la viveza de un nuevo día. El sol mañanero empieza a iluminar la ciudad. Sus calles, sus edificios, sus árboles y pastos, sus coches apilonados bajo una capa de polvo, y daba sensación de viveza al nuevo día. Un zorro corretea excitado en busca de diversión, y los tres duermen plácidamente sobra o debajo del banco, apilados desordenadamente. Un pajarillo se posa sobre el bonito edificio rojo de tres plantas que hay frente a nuestros amigos. Luego le siguen los demás, y empiezan a piar divertidamente. El ruido de los pajaros hace que Txus entreabra los ojos, se despierta y empieza a sentir sensaciones nuevas, o ya olvidadas. Al tiempo se percata de que ha vuelto a recobrar la conciencia de ese estado de inmersión alucinógena. Y averigua que está en un sitio totalemte distinto, como al anterior vez. Y otra vez siente esa sorpresa y ese desconcierto de cuando despertó en los cálidos desiertos de Pakistán.
Los demás se despertaron al poco tiempo, aunque Samanta no estuvo social, ni habló ni se movió durante unas horas, tras las que empezó a percatarse de su nueva experiencia.
-¿Dónde estamos? –preguntó Txus a las horas de haberse recuperado dele stado, mientras paseaban por las calles vacías al igual que en Gijón.
-No sé... pero no lo entiendo tío, esto está siendo demasiado. Nos están sucediendo cosas que jamás nadie podría creer, dignas de historia para un morao dijo Samanta consternado.
-Ya bueno, pero tú piensa esto, ¿qué le vamsoa  ahcer? No podemso evitarlo, el curso del mundo y nuestras optativas en él se han esfumado. Ahora nosotros pasamos de controlarlo a ser súbditos de él –respondió Txus.
-Ya pero... no sé, es muy exraño. ¿Cómo hemos llegado aquí, cómoe s que seguimos juntos si no recordamos nada en mucho tiempo? Esque hemos pasado a ser esclavos de una droga.
-Bueno... eso tiene que ser un flashback. Igual al fumar tanto se agravó y nos volvió el efecto. Y como el éste dura tanto, sería un flashback de mucho tiempo.
-Pues espero no tener más. Por cierto Don ¿qué día es? Míralo en el reloj tuyo.
-No tiene pilas.
-Uu que intriga –bromeó Txus.
Las horas transcurrieron plácidas, aburridas, como en un lago al que vas con la decisión de admirar la preciosa fauna y en el que no aparece ni un fétido pajarucho simplón. Las preocupaciones ahora eran las de supervivencia. Deberían procurarse un buen lugar donde pasar la noche a salvo del frío nocturno y las posibles alimañas que pudieran atacarles. Pero lo más importante a la par que preocupante era que no habían comido ni bebido nada en no sabían cuánto tiempo, y sus cuerpor se erguían flacuhcos y huesudos, con heridas y cicatrices de vete tú a saber.
-Tío necesitamos algo de comer. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero tenemos quee ncntrar algún alimento que no se haya podrido, algo de reserva en los supermercados.
-Sí, no nos queda otra.
De entre calle y calle, usmeando como perros abandonados, llegaron nuestros amigos a una calle principal, con coches apilados en las calles y la carretera rodeada de hierbajos y basura.
-¡Mira! –exclamó Samanta- Aquí tiene que haber un buen supermercado o algo.
Al rato de transitar por esa calle, a la altura de la mitad, vieron un cartel que les dejó atónitos.
-Oh dios mío –dijo Txus- Ese cartel dice que esto es Mokba, ¿sabéis que es eso no?
-Moscú -sentenció Samanta.
Siguieron conversando acerca del nuevo descubrimiento, charlando, discutiendo, echando juramentos  riendo luego cuando un ruido del extraño ambiente se distinguió entre los demás, y para cuando quiesieron darse cuenta ese estruendo se había velto ruidosísimo, y con la misma rapidez se fue.
-¡Joder! ¿qué coño ha sido eso? –exclamó Don.
-¿Eso era una... una...? no puede ser –dijo Txus.
-¡Tío! Acaba de pasar una moto por nuestras narices! –dijo Samanta.
-Buah que no puede ser.
-¡Tenemos que hacer algo! ¿no?
-Sí, corramos hacia allá, a ver si lo vemos –propuso Txus.
Los tres corrieron en dirección hacia donde se escapó la moto cuando el estruendo volvió a oírse. De repente, una yamaha nuevecita derrapó y dio la vuelta para frenar en seco justo delante de nuestros amigos. Éstos, atónitos y asustados, guardaron silencio el tiempo suficiente para que el motorista se quitara el casco. Bajo él, apareció un tío de unos 18 con pinta de chino.
-¡¿¡¿Samanta?!?! ¿Eres tú o me lo estoy imaginando?
-¿Lee? ¿eres Lee?¡Jooder chaval que no puede ser!
Los gritos de incredulidad y sorpresa rompían con el susurro de la constante y plena soledad que se respiraba en las calles vacías.

0 comentarios