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El Trío del Mal tras el Holocausto

El Trío del Mal tras el Holocausto #6

El Trío del Mal tras el Holocausto #6

Nuestros amigos dejan el viejo continente en busca de nuesvas aventuras con el pretexto de salvar la Tierra. veamos qué tal les va.

Capítulo 6

Ya sobrevolaban Europa, a una altura no muy grande, por si se caína decían ellos, pero sobre todo para ver el impresionante paisaje. Nunca habían visto un continente entero desolado de esta manera desde al aire. Había carreteras cortadas por doquier, pueblos fantasma y miseria en cada rincón. Don y Samanta procuraban no pensar en ello, y charlaban plácidamente con éste último al mando del helicóptero. La cosa de momento parecía sencilla, ir en línea recta a una velocidad constante.
Txus estaba ensimismado mirando al vacío por al parte trasera de la nave que estaba abierta, y mientras miraba la tierra muerta no paraba de pensar en todo lo que había cambiado en este tiempo. Ellos pretendían ser los mismos, pero no eran ni de cerca esos tres fumetas despreocupados de entonces.
Físicamente no es que hubierna mejorado mucho. Los tres estaban más fuertes, y tenían más resistencia al frío, el hambre y largas caminatas, y dormir en el suelo era el pande cada día, pero la incrementada ingesta de drogas les estaba pasando factura.
A los tres se les iba mucho la olla, a veces se pegaban sinr azón e incluso llegaban a cabrearse, lo que les inducía a dorgarse más. Tenían un carácter muchi más extrovertido e impredecible, siempre a la defensiva de cualquier amenaza externa, algo que venía bien a veces pero que a menudo crispaba la situación.
Samanta llevaba el pelo hasta los hombros, y ropa al estilo de cualquier rockero de los ochenta, algo que no era muy difícil cuando no te piden tarjeta en als tiendas de ropa. Txus miraba más por la ropa de montaña, tenía el pelo relativamente corto y una capa de pelo a caballo entre barba y pelusilla cubriéndole la cara. Don estaba aficionado allevar ropa pintoresca, y lo mismo llevaba un smoking de dos mil euros como un mono de trabajo, llevaba la cabeza rapada y una barba que le hacía aprecer un moro, algo que no paraban de recordarle sus amigos. Visto así puede parecer que tampoco era tan malo, pero la calidad de vida había hecho estragos en ellos. Estaban siemrpe con ojeras, y Txus se había debilitado mucho con una bronquitis de tres semanas que casi le mata estando en Gijón, desde entonces era un maniático hipocondríaco que no salía al aire libre sin un gran chubasquero de montañista. Todo eso le rondaba por la cabeza, y también se había fijado en que no eran tan iguales como creía.
-Txus tío ya se ve la costa mira.
-¿A ver? ¡Hala que bonito!
-Hostia tú no nos hemos traído ningún dvd portátil ni nada pa ver pelis –advertió Don.
-Aiva es verdad –contestó Txus.
-Don cógeme los mandos un segundo porfa.
-¿Pa qué tío?
-Tú cógelos anda.
-¿Qué dices tío? Voy todo morao, seguro que nos matamos.
-No seas moñas hombre, qué es solo sostenerlos, si pasa algo ya vuelvo.
-Como quieras.
Pasaron unos minutos mientras Samanta revolvía entre unos trastos de atrás.
-Ei Txus mira esto –le dijo Don. De repente el helicóptero descendió verticalmente unos tres metros. Samanta resvaló y calló patéticamente sobre un montón de bolsas de patatas.
-¿Qué haces subnormal?
-¿A que se te pusieron los huevos de corbata? ¡Jajaja!
-Tú no hagas eso que a mí tampoco me mola –le reprochó Txus.
-Venga tíos no me seais carcas que sino el viaje se hace muy aburrido, encima de que no tenemos pelis pa ver.
Samanta se acercó y le dio una colleja.
-Mira, para esto me levanté chavalín- dijo sacando de una bolsa de deporte una play station 3.
-¡Coño una play de puta madre!
-¿Pero tienes tele?
-Vengo preparado chaval –respondió enseñando tambié una pequeña tele verde y un porta CDs con un montón de juegos y películas.
-¡Qué guapo! ¿De dónde lo has sacado?
-Se la cholé a uno de la comuna, total, nosotros nos la merecemos más, que para eso vamos a arriesgarnos la vida salvando el mundo de una segunda destrucción masiva que extinguiría definitivamente...
-Que sí que sí, venga ponla –interrumpió Don.
Conectaron los cables y enchufaron la tele a un generador eléctrico que siemrpe llevaban consigo. Sacaron el Teken 5 y echaron unas partidas, turnándose para pilotar el Hércules.
Así pasaron dos horas en las que no veían nada más quemar por todas partes.
-Según el GPS estamos en medio del Océano Atlántico, así que nada de estupideces que de aquí no nos salva ninguna comuna –advertió Txus que en ese momento le tocaba pilotar.
-Buah ¿te imaginas una comuna en medio del océano?
-Jaja sería la buena.
-La nueva Atlántida.
-¿No viene de ahí la cocacola?
-Eso es Atlanta.
-Calla, que me entra la sed. ¿Qué hay pa beber?
-Nos queda el agua, algo de fanta, nestea, cocacola...
-Y whiskey, ginebra, tequila, bacardí…
-A meca es verdad, toma Samanta, un regalito –le dijo Txus pasándole una botella polvorienta de pacharán.
-¿Todavia queda? Joder qué nostalgia.
-¿Te tira la tierra e?
-Coño y a mí –dijo Don-. Anda que no me tomaba ahora unos culinos de sidra.
-Joder eso sí que entraría bien, que pena que en Estados Unidos no haya de eso.
-Pues en la peli de la Nicole Kidman sobre la guerra de escisión... ¿cómo se llamaba?
-Cold Mountain o algo así creo.
-Pues ahí recuerdo una escena en la que la gachí les ofrece sidra a unos que estaban construyendo una casa.
-¿En serio?
-Bah, como al asturiana no hay ninguna, sino prueba la navarra, es agua ácida chaval.
-¿Cuánto queda de la Super White Widow? –preguntó Txus.
-Unos quince euros ¿por? Nos tiene que durar que es la mejor que llevamos.
-Por esto – respondió sonriente mostrando un CD en el que aparecía escrito Superfumados.
-¡A verla! Samanta saca el grinder que vamos a amenizarnos el viaje.
-¿Si no? Ahora que me toca pilotar a mí –dijo Don.
-Tranquilo que te guardamos algo, total, tú sólo la has visto trece veces ¿no?
-Bueno, eso resulta elocuente. ¡Hostia qué nubarrones!
-Pues ándate con cuidado y no vueles muy alto.
Pasaron las horas entre risas y colocones cuando la amenazante tormenta llegó a su apogeo sobre nuestros amigos. El cielo se oscureció y empezó a llover frenéticamente. A la media hora de intensa lluvia empezó a granizar de una forma salvaje unos pedrolos del tamaño de una pelota de pin pon, por lo que los tres se empezaron a acojonar.
-¡Mierda no! ¡No puede ser! –dijo Samanta que se puso al mando ya que era el más experto en pilotaje.
-¿Qué pasa?
-Debe de ser por la tomrenta, el GPS no va, mira.
La pantalla mostraba NO SIGNAL.
-¿Y ahora qué hacemos?
-Bueno, la ruta está marcada, sólo tenemos que seguir en línea recta y encontraremos tierra.
-Si la tormenta no nos mata antes.
-¡No digas esas cosas tarugo que me pones nervioso!
Don y samanta empezaron a discutor hasta que se dieron cuenta de que Txus estaba dormido.
-¿Cómo puedes dormirte en un momento cómo este tarugo?
Txus levantó la mano y mostró un bote de somníferos.
-¿Pero qué haces loco?
-Esque cuando estoy... ah sí, morao, pues...
-Pues qué.
-Me emparanoio mucho y me entra el acojone... y paso tío... yo me hecho una siestecita y cuando llegemos a Nueva York me avisáis... a ver si vemos al del GTA V... que seguro que tiene hierba...
-Está delirando este zoquete.
-Bah tú déjalo que hay que estar concentraos.
El helicóptero zumbaba y se tambaleaba constantemente, y por culopa de las nubes nbo sabían si estaban en tierra o en mar, así que Samanta decidió descender a ver qué veían. Antes de percibir nada se toparon con una gran palmera que les dio de frente. El helicóptero empezó a pitar y una lucecita roja parpadeaba. Descendió y descendió, Samanta pudo divisar una playa, torció la nave hacia el mar y dijo:
-¡Salta!
-¿Cómo que salte?
No obtuvo respuesta, Samanta ya se había tirado. Don cogió Txus y lo tiró por la borda, luego se tiró él. El Hércules fue dando bruscos giros de 360º hasta que se desplomó a orillas de la playa ardiendo en cuestión de segundos. Los tres cayeron sobre el mar.
-¡Joder qué chapuzón!
-¿Y Txus? ¿Se ha muerto? –pregutnó Samanta.
-No, lo tiré, ¡míralo ahí!
Txus estaba a unos cuatro metros flotando boca abajo. Corrieron a salvarle y se arrastraron hacia la playa. Una vez allí vieron que no respiraba.
-¡No joder no!
-Mierda tú ¡hay que hacer algo!
-Hazle el boca a boca.
-Tú tienes más conocimientos de medicina no me jodas.
-Está bien.
Cuando se iba a acercar a hacerle el boca a boca Txus tosió y escupió un montón de agua en al cara de éste.
-¡Txus estás vivo!
-¡Joder qué mal sabe le agua salada tío!
-Dímelo a mí que me la has escupido toda.
-¿Dónde estamos?
-No lo sé, pero no parece una ciudad, está todo lleno de árboles tropicales.
-Igual es una isla desierta.
-Todo está desierto en este puto planeta.
-Bueno, tú ya me entinedes.
-¿Y qué pasó con nuestras cosas?
-Ahí están ardiendo.
-¡Joder pues ahí teníamos toda nuestra subsistencia! Dios putos somníferos, qué colocaod estoy.
-Vamos a dar una vuelta a ver qué vemos.
Anduvieron por la larga playa hasta que vieron que algo sobresalía de la arena.
-¿Qué será eso?
Lo desenterraron y vieron que era una amaca.
-Una amaca, si hay amacas hay hoteles, sigamos buscando.
No tuvieron que andar mucho pues al finalizar la playa vieron un gran edificio blanco. Sobre él, y en letras verdes con una palmerita había un letrero.
-Hotel Jamaica.
-¡Toma ya!

El Trío del Mal tras el Holocausto #5

El Trío del Mal tras el Holocausto #5

Nuestros amigos van a partir hacia nuevas aventuras, ¡la cosa va que trina! Así que sin más dilaciones, disfruten señorxs:

 

Capítulo 5

Los días transcurrieron plácidos, felices, y la noción del tiempo se hizo radicalmente distinta, no porque el tiempo pasara más rápido ni mucho menos, para eso ya tenían nuestros amigos buena cantidad de drogas, sino por el hecho de que apreciaban las horas con mayor fijamiento que antes, mucho más, y el tiempo pasó de transcurrir rápido y monótono, aburrido y sombrío, en un ambiente psicodélicamente desalentador, a pasar intenso y tranquilo, aunque sean palabras algo antónimas, ya que disfrutaron de sensaciones que ni las destrucciones ni los colocones podían suministrarles, sensaciones que sólo te da el contacto con  otras personas, y no hablo solo de echar un polvo (una práctica que, como es lógico en una comuna de jóvenes, se estilaba mucho), sino por el mero hecho de conocer gente nueva, charlar de cualquier tema que no hubieras oído, o simplemente contentarte viendo la viveza de las calles repletas de gente en movimiento, tonterías que pasamos por alto pero que nos resultan esenciales para la integridad moral. Y tranquilo fue porque tenían en todo momento una sensación de seguridad que habían tenido que olvidar y cerrar en una cúpula de constante tensión. Habían pasado tanto tiempo solos, estupefactos, que les sorprendió más el mero hecho de sentirse felices de nuevo que la causa de ello.
Desde que llegaron, haciendo en total ciento diecisite personas, vinieron en tres meses otras tres personas:
La primera era un tío de unos veintitantos de nacionalidad rusa que decía llamarse Lev y ser un preso político que se acababa de fugar de la cárcel y buscaba cobijo. Cuando lógicamente le preguntaron que cómo se iba a acabar de fugar de la cárcel si todo rincón está deshabitado desde hace más de un año, dijo que se había fugado hace ya tiempo pero no se atrevía a entrar en la comuna porque se pensaba que eran los funcionarios de la cárcel y que tomarían la justicia por su mano con él ahora que ya no había gente.
Su aspecto era completamente desaliñado. Cuando llegó llevaba una camiseta interior blanca llena de tierra y sangre y que apenas se sostenía de lo rota que estaba, unos pantalones sucios y agujereados e iba descalzo. Llevaba el pelo sucio, revuelto, y cortado a cachos, y la cara llena de cortes de intentar afeitarse. Pero lo que más impactaba, más aún teniendo en cuenta que todos los que llegaban iban más o menos igual de desastrosos, era su mirada, la expresión de su cara. Casi nunca te miraba, siemrpe andaba con los ojos como vibrando, mirando de un lado para otro sin pararse en nada, y con una sonrisa vacilona que le daba cierto toque de loco.
Cuando le preguntaron si había fumado algo dijo que en la prisión donde estaba le drogaban constantemente apra que se le olvidasen las ideas subversivas.
No tuvieron más remedio que aceptarlo, aunque todos le creyesen lo que parecía y su pasado fuera algo turbio, y acabó siendo el extraño tonto del pueblo, con su casita aparte de los demás llena de mierda inútil hasta los topes y siemrpe recluido con el único contacto de la ventana, a la que se solía asomar para fisgar a las gentes de la comuna.
Los otros dos eran una pareja mayor de judíos israelitas que parecían ser unos simples excursionistas con todo el pack de supervivencia a sus espaldad. Eran Isaac y Helen, de sesenta y dos y cincuenta y cuatro años respectivamente. Hablaban hebreo como lengua materna y con fluidez el inglés y Helen además el ruso.
Contaron que llegaron ahí por casualidad, ya que estaban buscando a los primos que helen tenía en Moscú, de donde tenía ascendencia. En cuanto al factor común de la hierba, dijeron sonriendo que si no sabían que en el congreso de Israel había dos diputados del partido cannábico. La verdad es que imaginarse a dos judíos ya viejos de clase media alta fumando porros sí que entraba más en la realidad de este mundo.
Eran amables y tranquilos, miraban a todo como si fuera algo interesante que aportar a sus vacaciones, y no parecían ser algo consecuente de lo que había sucedido, más bien parecían unos turistas que se habían perdido y que necesitaban cobijo por unos días.
En realidad todos pensaban quedarse ahí por unos días, y el sitio tenía pinta de ello: maletas sin deshacer del todo, con las mejores prendas dentro para una mejor ocasión, caminatas a lso alrededores en busca de gente con nuevos paraderos, y esas constantes pruebas con radio a todos los lugares posibles, pero al fin y al cabo todos se acababan quedando ahí, sacaban el traje caro de regalo de navidad y lo lucían con orgullo en las cenas comunes con sus nuevos amigos y vecinos. Pero eso no fue así con nuestros amigos, ellos estaban destinados, o al menos dio la casualidad de que se debían ir de allí, por muy a gusto que estuviesen. Y esto fue por algo nuevo que aportaron los judíos. Se lo contaron sólo a los que parecían mandar allí, pero pronto pasó de boca en boca a conocimiento de todos. La cosa era que Isaac siguió trabajando en el ejército tras el servicio obligatorio y tenía conocimiento de algo que podía tener relación con lo que provocó este holocausto repentino, y así lo contó:
-Como ya sabrás Michael, nosotros los israelíes colaboramos... bueno colaborábamos militarmente entre otros aspectos con los estadounidenses, pues bien, yo era un alto cargo en la inteligencia militar de mi país, y fui uno de los pocos que supo de la construcción de dos bombas totalmente revolucionarias por parte de Estados Unidos. Dichas bombas se suponía ya que nunca que yo sepa las explotaron, producían una alteración en las neuronas humanas haciendo imposible su conexión, lo que hace que el cerebro no procese y el sujeto muera. ¿Cómo han hecho eso? Dije yo, ¿y sólo en humanos? ¡venga ya! Pero según decían lo habían probado con algunas personas, aunque, claramente, esto no podía constar en los informes oficiales, era pura comidilla de los altos mandos militares. El caso es que he visto lo que sucedió y casando ideas di con que alguna de esas bombas podría haber provocado esta masacre. Verás... no se lo he contado a nadie, ni siquiera a mi esposa, más que nada porque no puedo evitar sentirme culpable, sentirme parte de ello. Yo perdí a mis hijos ¿sabes? Está siendo muy duro y... no sé, igual vosotros pudierais hacer algo, no sé, encontrar a quien hizo esto, si es que es obra de alguien concreto y no algún castigo de Dios.
Como la historia se fue tergiversando entre charlatanes, el propio Isaac tuvo que dar explicaciones unas semanas después, y de la misma manera lo contó en una cena. El resto de la noche y los días siguientes los pasaron discutiendo sobre el tema, será verdad, qué hacer, posibles teorías, los culpables... El ambiente de paz se había roto, y algo había que hacer, y allí es dodne entraban Samanta, Don y Txus.
Aunque parezca mentira para unos adolescentes, eran de los que más se sabían defender, tal vez porque les tocó de las peores partes de este drama, y tenían conocimientos de distintas materias que pasaban desde las mínimas de supervivencia a cómo montar un sistema de abastecimiento eléctrico o qué tomar cuando vomitas todo lo que comes, además, aunque otros también guardasen esas aptitudes, fueron convincentes a la hora de irse, ya que querían profundamente solucionar este embrollo, y en la comuna ya no se sentñian tan agusto, así que con el intermedio de Miyagi y algo de carisma, a los mandamases entre los iguales les pareció bien que enmendasen esa misión. Claro que les asustaba abandonar esas tierras seguras para ir a nuevas zonas sin conocer, donde podría haber cualquier cosa, pero la noción del peligro resulta algo muy relativo en estas condiciones, y de todos modos se acercaba el duro invierno y las reservas de comida se iban acabando, por lo que prometieron volver con noticias nuevas y se fueron cargados de provisiones, ropa, todo tipo de utensilios, libros, una buena placa de hachís, vodka, tabaco, ácido y los buenos recuerdos de rollos amorosos, nuevas amistades y el resurgido sentimiento de formar parte de algo, algo que les daba fuerzas para tirar palante sin mirar atrás.

La furgoneta en la que iban   ir iba hasta los topes de equipaje, ya que se suponía que era una misión importante, además de los enormes bidones de gasolina, y aunque eso ralentizase el viaje los tres se sentían libres y seguros, sabiendo que hay más gente y con el ímpetu de descubir nuevo y quizá mejores lugares.
Ya estaba todo preparado para la mañana siguiente, y mientras tanto, bajo la tranquila noche, celebraron un banquete especial para los misioneros. Había dos pavos, tenera, verduras a la plancha y algún que otro capricho dulce que resistía a la fecha de caducidad.
Txus, Don y Samanta volvían para sus habitaciones hartos de vodka, como una cuba.
De repente, una sombra se acercó de entre una de las calles del complejo de edificios sin luz. Era un hombre desaliñado, pestilente y despeinado que miraba agitadamente.
-Sé lo que vais a hacer –dijo.
-Lev, ¡qué sorpresa tío! ¿qué haces aquí? – dijo Samanta en inglés con una pésima pronunciación de borracho.
-Tío que la fiesta está de lujo, vete pallá – añadió Txus.
-No podéis ir, va contra las normas –dijo Lev.
-¿Qué normas?
-¡No iréis, el sistema tiene que seguir su curso! ¡cerdos bastardos, llegaremos hasta el fin! –gritó y sin previo aviso sacó un machete enorme y oxidado de la roñosa gabardina que llevaba y les atacó.
-¡Cuidado! –gritó Txus calléndose del susto.
-¡Os mataré! –gritó histérico Lev, y se abalanzó sobre Txus todavía en el suelo.
-Samanta, que le sacaba una cabeza, le asestó una patada en el momento justo que se agachaba, acertándola en la parte derecha de la cara de pleno. Cuando cayó del aturdimiento, txus no esperó y le propino unos cuantos puñetazos en la cara, que iban a cualquier lado del pedal que llevaba. Don le agarró y le quitó el machete. Txus lo levantó y lo volvió a tirar al suelo. Luego le dejaron levantarse solo.
-¡No iréis cabrones! ¡tengo al misión de mataros! –gritó serio, como si la paliza no el hubiera afectado al estado de ánimo.
-¡Vete a la mierda gilipollas! –le gritó Samanta en español.
-Te mataremos a ti como no te vayas a la mierda –le dijo Don en el idioma común.
Lev bajó la cabeza, los tres esperaron un poco y se dieron la. Cuando Don miró para atrás de nuevo, vio que estaba apuntando a los otros dos con una pistola, corrió hacia él y al ver que no llegaba le lanzó el machete que llevaba. Éste le alcanzó en la cara y parte del cuello y Lev falló el tiro.
Samanta corrió a coger de nuevo el Machete y se lo clavó en el pecho, crujiendo contra el esterón. Lev no soltó la pistola, apuntó a Samanta en el suelo lloriqueando y gritó:
-¡Os mataré! – y añadió algo en ruso. Antes de que nadie hiciera nada el brazo de Txus apareció y le cortó la garganta hasta llegar a codo, haciendo saltar sangre de Lev y que dejó un rugido salvaje, después se desmaó y calló muerto.
-¡Hostias loq ue hemos hecho! –dijo Txus flipando en colores.
-¡Le has matado tú! –gritó Don.
-¡Samanta también le dio! –reprochó.
Antes de que siguiera la discusión aparecieron unas personas que acudieron ante los gritos. Pronto se llenó de gente.
Tras dar explicaciones de lo sucedido, creyeron lo que les relataron, más que nada porque todops le daban pro loco al pobre de Lev, al que más creían fugado de un centro psiquiátrico que de una cárcel. Esto no supuso más que un susto para unas personas que habían visto de todo, y pronto se tranquilizaron y se fueron a la cama a la espera de al resaca.
Al día siguiente nuestros amigos partieron.
El propósito era llegar a Houston, Texas, donde se suponía que tenían al menos información sobre la bomba en cuestión, lo veían como un propósito a última instancia, y el viaje se hizo relajado. Fueron hacia el oeste, hacia Polonia, con la intención de llegar a la costa y de ahí coger un barco hacia el Atlántico, y de la que iban, todavía en tierras rusas, divisaron un enorme campo vacío con unos hángares enormes y un cartel que decía algo en ruso y abajo en ingles ponía: MILITARY BASE, DO NOT ENTER.
-Un cartel muy tentador, ¿no os parece? –Todos coincidieron y entraron.
En el interior había una enorme explanada que por sus rayas pintadas en el suelo debía de ser un aeropuerto militar. Miraron dentro de unas casetas y, además de pestilentes y putrefactos esqueletos con el uniforme militar, encontraron un cuarto hasta los topes de armas de todo tipo: Fusiles de asalto M-16 y AK-47 entre otros, fusiles de francotirados, subfusiles, armas de cañón corto automáticas y semiautomáticas, rifles, lanzacohetes, explosivos como granadas de mano y bombas de corto alcance... uno de los peores sitios para echarse un cigarro agusto. Salieron fuera y empezaron a divertirse disparando a todos lados, algo que ya habían hecho con las pistolas que iban recogiendo por la antigua Gijón, aunque les sorprendió el daño que puede hacer el retroceso de una Kalashnikov en el hombro.
¡Ratatatatata! ¡Ratatatatata! ¡Ratatatatata!
-Dios tío, esto es una pasada –exclamó Don.
-Ey Don, ¿echamos un Counter algo realista?
-¡Samanta tío no me apuntes con un arma que estoy de misión secreta! ¿vale?
-Jaja, puto Don.
-¡Ey chicos venid! –gritó Txus desde lo lejos, sin apenas oírsele.
La voz venía de uno de los enormes hángares que allí había y que hasta entonces no habían reparado en ellos. Cuando llegaron lo vieron observando un majestuoso y polvoriento helicóptero Hércules que allí descansaba.
-¿Qué miras? –preguntó Don.
-¿Crees que podremos llegar hasta yanquilandia en esto? Vi por la tele que pueden cruzar medio mundo, son los que usan para llevar tropas a otros países y tal –respondió Txus.
-¡Putos imperialistas! –añadió convenientemente Samanta.
-Hombre, si tuviese el depósito lleno, que no creo, debería bastar para llegar, estos aguantan miles de kilómetros de un tirón como dijiste –dijo Don.
-Pues habrá que comprobarlo –dijo Samanta, y trepó hasta la puerta de la cabecera del helicóptero de cristales tintados. La puerta estaba casi cerrada, pero se podía abrir, y dentro había (aún siendo algo horripilante) en una pocición graciosa un cadáver de ,ilitar con la mano todavía sujetando las llaves del contacto metidas en la cerradura. Sólo había que girarlas. Samanta agarró el muerto, lo tiró sin cuidado al suelo y se puso su maloliente casco de aviador, encendió el motor y estudió cada una de las señales e interruptores que mostraba. Al fin dio con una que ponía depósito lleno. Antes de informarse debidamente en al biblioteca de la base sobre mecánica y manejo de helicópteros, presión atmosférica, condiciones climáticas, e incluso paracaidismo, estaba claro, de ir a la costa nanai, cargarían el Hércules de provisiones y cruzarían el charco todo moraos. Este tipo de cosas, ya no se piensan dos veces.

El Trío del Mal tras el Holocausto #4

El Trío del Mal tras el Holocausto #4

Y la historia sigue, como las pilas duracell, este es un capítulo de esos de transición entre hechos importantes, aunque también relata hechos trascendentales, todo como no dentro de esta locura anal y surrealista que es la historia. Ala, a disfrutarla.

Capítulo 4


-Cagüen la leche Miyagi ¿cómo es que estás vivo? ¿y qué haces aquí en Moscú? ¡Dios esto es demasiado! ¡no lo puedo creer!
-Dímelo a mí. Quién me iba a decir que viajando viajando iba a encontrar al Samantik. Y ¡coño Txus! ¿eres tú? Vaya no te había reconocido!
-¿Qué tal Miyagi? ¡Joder tío qué sorpresa!
-¿Y él quién es? –preguntó Miyagi.
-Es Don tío, del que ya te hable algunas veces de Gijón –contestó Samanta.
Miyagi era un amigo de Iruña, de donde era Samanta, aunque vivía en Gijón donde ha conocido a sus compañeros de viaje.
Al cabo de unos minutos, tras el júbilo de tan grata y esperanzadora sorpresa y cuando nuestros amigos pudieron construir frases coherentes, esto dijeron:
-No lo entiendo tío –le dijo Samanta a Miyagi-. Fui a Iruña y no encontré a nadie vivo tío. Ni mi familia, ni los colegas...
-Imagínate lo que tuve que pasar. Estaba fumando tranquilamente mi hierba cuando me despierto y em doy cuenta de que todo el mundo está muerto.
-Sí, nosotros pasamos lo mismo –dijo txus entristecido.
-Ya, pero vosotrois estabais juntos. Yo estaba solo. ¡Solo del todo! Por eso decidí irme de la ciudad a donde fuera, a ver si hay gente. Y acabé aquí.
-¿Y has encontrado a alguien? –interrumpió Don exaltado.
-Sí –respondió, y los tres gritaron de alegría-. Estuve viajando en esta misma moto –siguió, mostrando su Yamaha- y fui sin encontrar a nadie vivo y viendo cosas horrorosas que ni en una de las primeras de Peter Jackson hasta que llegué a Alemania.
-¿Y qué viste?
-Déjame contar. Iba yo en busca de comida por una calle de Berlín cuando oí unas voces. Corro hacia ellas y me encuentro un aparato de radio que estaba en un bajo del que se oía a alguien hablar. Y repetía una y otra vez la misma frase, por lo que supuse que no era alguien hablando en ese momento sino una grabación, pero eso no fue de ningún modo desesperanzador cuando oí lo que decía, que estaba en inglés:
Hola, alguien ahí? Somos una comunidad de personas supervivientes a este extraño fenómeno que ha matado a tanta gente. Cualquiera que nos oiga y necesite ayuda y cooperación, estamos a las afueras de Moscú. Gentes de toda Europa y otras zonas del mundo estamos aquí. Por favor venid.
¿Y qué pasó? –pregutnaron intrigados.
-Decidí ir en moto y llegué justo en medio del invierno, con un frío horroroso y todo cubierto de metros y metros de nieve. Como no podía ni entrar en la ciudad, me metí en una casa de campo de un pueblo cercano. Pasé ahí dos semanas, hasta que me ví desprovisto de cualquier alimento y leña para calentarme. Entonces decidí salir y di vueltas y vueltas por als afueras, sin poder penetrar en la ciudad atascada de nieve. Ni siquiera los animales que antes me acechaban salían a cazar. Estuve así hasta que se me acabó la gasolina, y al borde del desfallecimiento encontré una señal, que brillaba entre la tormenta de nieve con un pañuelo rojo. La señal decía Por ahí à, Caminé y a unos cincuanta metros encontré en un valle bajo un complejo de edificios cubiertos de nieve. Cuando bajé vi muros que tapaban zonas de acceso como caminos y carreteras. Tras merodear por los alrededores oí unas voces en un idioma raro y seguidamente unas personas llegaron y me llevaron dentro.
-¿No jodas? ¿Y qué era?
-Flipa chaval. Hay una comunidad de gente de puta madre que sobrevivió a lo que pasó y que vive ahí. Yo ahora vivo ahí, y hay hasta grupos de gente del mismo país que se conocieron aquí.
-¿Y hay españoles?
-Sí. Están Kiko de Vallecas, Marc y Miranda de Ibiza y Jausín de Cádiz.
-Hostia que movida.
-¿Jausín?
-Psché. Si ves la de motes que hay ahí flipas. Bueno, y vosotros, ¿venís por la señal de radio o algo así?
-Pues... creemos que no. Verás. Nosotros vivimos un tiempo en Gijón, aunque Txus se fue a Madrid y yo a Iruña, sin encontrar a nadie. Ïbamos a irnos y ya lo teníamos todo preparao cuando nos tomamos un lsd con no se qué mierdas superpotentes que nos hizo perder la conciencia durante... ¡echa!
-Emm... ¿dos semanas? –aventuró Miyagi.
-¡Tres meses chaval! Y acabamos en el puto Pakistán en medio del desierto fumando hachís de un cobertizo que estaba repleto de ello.
-Me estás vacilando.
-¡Que no, que no! Que estuvimos allí.
-¿Y cómo acabasteis aquí?
-Pues estábamos ahí fumando y lo siguiente que recordamos es despertarnos en un banco de esta ciudad hoy mismo.
-¿Me estáis ocultando algo?
-¡Joder Miyagi que no! Te lo juro que es lo que yo he vivido tío.
-Igual lo de Pakistán es una paranoia que tuvisteis por al droga.
Los tres recapacitaron.
-Puede ser. Por cierto –dijo Txus-,¿ en esa comunidad se fuman porros?
-Un montón de jóvenes de todo el mundo que viven en comuna tras un suceso que arrasó la humanidad... ¿tú qué crees?
-Bueno em... por asegurarme jeje.
-¿Y sabes algo de ese suceso?
-Pues ni yo ni niguno de los que he conocido tiene ni idea de cómo sucedió. Pero hay una cosa que hemos visto que tenemos todo en común. Todos estábamos fumando hierba cuando sucedió.
-¿Qué me dices?
-Sí tío. Pero aún más intrigante, todos estábamos fumando la misma hierba.
-¿Y cuál era?
-Una que fue mutada genéticamente en laboratorios secretos para aumentar su potencia de THC. No sabemos qué relación puede tener eso con que no hayamos muerto tan misteriosamente como la mayoría, pero algo tiene que ver.
-Si no fuera porque sé que no te habíamos facilitado un dato, no te creería, pero nosostros estábamos haciendo lo mismo cuando sucedió.
-Curioso es, sí señor, no menos que vuestra forma de haber llegado aquí –concluyó Miyagi- ¿No creeis que podrías haberos encontrado con alguine quye os dijera de venir aquí pero ahora no lo recordaseis?
-Hombre, dentro de esta puta locura, suena lógico –dijo Samanta, y decidieron ir a esa comuna de supervivientes.
La emoción de saber que no estaban solos ni mucho menos invadía a nuestros amigos, que aceleraban el paso mientras compartían increíbles historias con el viejo amigo Miyagi.
Un alto muro se divisaba al fondo de la carretera desierta, a unos cuarenta minutos de donde se habían encontrado. Don y Txus iban a pata mientras que Miyagi les guiaba con la moto con Samanta a sus espaldas. Cuando se acercaron al muro se distinguía una escueta torre de hierrajos y un símbolo de la anarquía pintado sobre el muro. Dos chicos asomaron sus cabezas de la torre, la cual debía de ser de control, y hablaron a Miyagi en un idioma extraño. Los tres, al verlos, no pudieron evitar sorprenderse, pues todavía no estaban acostumbrados al contacto con desconocidos. Al poco de abrieron unas pequeñas y gruesas puertas del muro por donde pasaron Miyagi y los demás.
-¿En qué hablabais?
-Ruso. He tenido que aprender algo para sobrevivir aquí, pero no te preocupes, con que sepas algo de inglés te harás entender –le respondió a Samanta.
Una vez accedieron lo que vieron fue un complejo de edificios viejos no muy altos y algo de gente, no mucha, transitando por las calles o charlando sentados en un rincón. Esta escena les abrumaba, como el cuerpo desnudo de la mujer que desean, y el ambiente que se respiraba era más de un sitio vivo y acojedor que de uno estraño y peligroso.
Dos hombres y una mujer se acercaron a ellos, vestidos con ropa limpia aunque algo rasgada. Intercambiaron unas palabras con el chino y se dirigieron a los demás.
-¿Españoles? Yo Michael, el Thomas y ella Svetlana –dijo uno de ellos en acento del norte de Europa, dándoles la mano.
-Sí. Yo soy Samanta, y ellos son Txus y Don.
-Hola.
-Hola.
-¿Samanta? –preguntó Michael.
-Sí. ¿Qué pasa?
-No, nada –respondió Michael- Yo estudié un poco español, viví en Madrid.
-¿De dónde eres?
-Deutchsland.
-¿Alemán?
-Ja. Ellos dos son de aquí. Aquí gente de todo el mundo. Buena gente, te gustarán.
Samanta hizo acopio de su particular carisma y pronto intimó con quienes iba conociendo, al igual que lo iban haciendo Txus y Don, cada uno a su ritmo. Txus dominaba el inglés, al igual que Samanta, mientras que Don intimó más con los españoles ya que no hablaba otra lengua.
Marc y Miranda eran un matrimonio joven recién casado que decidió ir a Polonia pues Miranda tenía familiares ahí, y acabaron de esta forma en La Comuna, que así se llamaba el recinto. Kiko era un joven madrileño que tuvo la misma idea de mirar en las radios señales de supervivientes, y pronto intimó con nuestros amigos ya que era un heavy todo legal. Luego estaba Jausín con su peculiar historia. Era el mayor de La Comuna con cuarenta y seis años, y según contó era un entrenador de fútbol de chavales adolescentes de un equipo malísimo que se dedicaba a pasar hachís a sus jugadores por lo que nunca marcaban un gol, y a sus manos, como a las de los demás ‘’privilegiados’’ llegó la hierba especial que le salvó del extraño suceso. En cuanto a cómo llegó aquí, cruzó en un pesquero el estrecho hasta llegar a Marruecos ya que ahí tenía unos amigos, y aunque los encontró como al resto de gente, cogió un alijo enorme y se fue en busca de alguien vivo por todo el mediterráneo hasta coincidir con unos griegor en plena mar que iban en busca de sus familiares ya que sabían lo de la señal de radio. La mayor parte de porros que había aquí ahora los trajo él, aunque una de las normas de La Comuna era que la única propiedad que existía era la colectiva, así que si se quería quedar los tuvo que dar a la administración, algo que vio rentable a cambio de un sitio donde vivir, y más importante aún, un sitio donde convivir.
Y así había hasta un total se cianto diecisiete personas, con historias increíbles que contaban en los ratos libres que les quedaban tras asegurarse llegar a ver el siguiente amanecer, sin la resaca de vodka y porros no se lo impedía.
La Comuna era un sitio la mayor parte del tiempo alegre, sobre todo por las ganas de vivir que se notaban en los que ahí vivían, jóvenes en su prñáctica totalidad, siendo el mayor Jausín de cuarenta y seis y el menor una niña sueca de dos años que vino con su madre. Como ya dije, la propiedad es colectiva, todo lo que se consigue va para el bien común. Hay viviendas de sobra, aunque procuran ocupar los mismos edificios para que no haya aislamiento, aunque inevitablemente, cada uno tiende a ir para la zona de sus compatriotas, habiendo ya unas pequeñas zonaspor países, y los desgraciados que no los hayan, como el único portugués de la zona, tienden a ir con los de sus países vecinos, así que con el paso del tiempo resultaba difícil ver a un italiano con un finés, aunque las cenas comunes en las que todos se reunían y contaban sus historias en inglés, para el mayor entendimiento posible, hacían que esa disgregación fuera menor. Vivían de las reservas de los supermercados, además de unas cuantas huertas e invernaderos llenos de verduras y frutales y algo de ganado para ocasuiones especales. Ésta era una de ellas. Mataron una vaca para la ocasión, y, como siemrpe que había que repartir algo, se daba por este orden de prioridad: para quien lo cocinaba, traía o conseguía de algún modo, para quien fuera el fruto de una celebración (cumpleaños, recién llegados, etc...), para quien necesitara más que otros de ello y lo que sobrara (si sobraba) por sorteo.
El hecho de que tanta gente se reuniera para dar cobijo y la bienvenida a unas personas que habían pasado tanto tiempo solos, agarrándose al desamparo para no caer en la locura e intentando ya no olvidar, sino pasar rápido el día a base de desinhibiciones de todo tipo, ese cariño tras tanta desesperación y resignación, hacían que se emocionasen enromemente, como aquella vez que se reencontraron en el parque al borde del suicidio, y los demás, aunque no hablaran la misma lengua, ni supieran cuál era su historia, lo sabían, sabían lo que sentían sin necesidad de intercambiar dos palabras, porque todos y cada uno de ellos había pasado por lo mismo, algunos con mayor o menos sufrimiento, algunos con mayor o menor fortaleza, todos eran iguales.

El Trío del Mal tras el Holocausto #3

El Trío del Mal tras el Holocausto #3

Tras un tiempo de reflexiones morales y furiosos debates internos que me han impedido disponer de tiempo para continuar la historia, aquí muestro la ansiada tercera entrega a mi club de lectores.

Capítulo 3

El sol brilla con fuerza. ‘¿Qué es esta sensación que tanto me desagrada y tan familiar me resulta?’ se pregunta Txus. Una sensación interesante, algo que le hace recordar. Abre los ojos y los cierra ante el agresivo manto de luz que le abrasa las retinas. Se recuesta, baja la cabeza e intenta diferenciar formas y figuras entre la sombra de su cuerpo. El aire huele extraño, intensamente extraño, y la sensación extraña y familiar se acentúa por momentos. Se levanta. Da unos pasos y mira alrededor. Lo único que se ve son ondulaciones infatigables en el horizonte. Al suelo, arena endurecida por la tierra, y una llanura que se extiende hasta esas lejanas ondulaciones. Arriba el cielo, y sobre él, un gran sol que lo tiñe todo de luz. El olor intenso del aire, un olor a tierra intenso y ahogante, se ve un segundo interrumpido por otro más familiar, el del sudor que gotea a borbotones del cuerpo de Txus. Ahora lo entiende, la extraña sensación que sentía no era nada más que calor, pero le sorprende. Le sorprende que vea esa sensación tan lejana, como algo de una vida anterior que ahora retoma. Camina un poco más, se detiene. La ropa que lleva, una camiseta blanca de tirantes, unas bermudas verde claro y unas sandalias, no le suenan de nada. A decir verdad, nada le suena, ni siquiera él mismo. Entonces empieza a atar cabos. Pensando y pensando empieza a recordar sensaciones extrañas, extraoridnarias, como de otra vida, y de repente la iluminación: recuerda cuando estaban en la entrada de un hotel. Hacía frío, y estaba riendo. Estaba con sus amigos, entonces la pena le invade. Sabe por qué estaba con ellos. Luego recuerda el LSD que tomaron, y vuelve esa memoria amorfa que le dice cosas en otro idioma.
-Hemos tomado LSD. ¿Dónde estoy? ¿los demás?
A medida que se iba dando cuenta de dónde estaba, la preocupación aumentaba, así como su paso. Al alcanzar la cima de un monticulo pudo divisar una mancha a lo lejos, entre la planura del desierto. Corrió hacia ella, pero sólo los primeros tres minutos, ya que el sol no permitía mucho más. Al acercarse divisó una columna de humo negro, y bajo ella, un avión militar en llamas. Hay huellas humanas alrededor. ‘¿Serán mías?’ pensó Txus. Merodeó alrededor en círculos cada vez más grandes hasta que encontró algi que interrumpía la eterna planicie. Era un cobertizo chabolesco pero algo grande, pero lo más intrigante era que de ahí salían voces. Se apresuró a entrar mientras se percataba de que entendía lo que decían. Una tela tapaba la entrada. Asomó la cabeza y no vio a otros sino a Don y Samanta, que charlaban sentados en unos roídos sillones como cualquier día. Samanta tenía unas largas melenas hasta algo más que la media espalda, y Don lucía una frondosa barba que contrastaba con su cabeza rapada. Se les pusieron los ojos como platos al ver a Txus.
-¿Se puede? –Dijo Txus ironizando la excitación del momento.
-¡Me cagüen la hostia si es Txus!
-¿Ueee? ¡Joder qué potra chaval pero,  si ya estábamos preocupados!
-Yo también me alegro de veros –contestó Txus.
Tras los abrazos y comentarios del momento, se sentaron en esos escuetos asientos y le contaron al desenterado de Txus la situación.
-Había un avión en llamas ahí al lado, ¿sabéis algo de eso?
-Sí. Dime, ¿te acuerdas del día ese que tomamos LSD antes de irnos de viaje?
-Sí, lo recordé hace poco, cuando me desperté ahí en el puto desierto.
-¿Cuánto tiempo crees que ha pasado?
-¿Mucho?
-Echa.
-Hombre, para haber acabado en este desierto...
Don acercó un reloj digital que llevaba y se lo mostró. Bajo la hora (las 13:26 para los curiosos), se veía la fecha, que marcaba 2 - 5 – 09.
-Anda mira, hoy es el día de Madrid –bromeó Txus. No sabía por qué, pero aún sabiendo la de tiempk que había pasado, estaba en un etsado que podía comprenderlo fácilmente si exclamaciones y fijarse en aspectos menos trascendentales. Aún así continuó- ¿Todo este tiempo ha pasado? ¡Pero si son...!
-Unos cinco meses de viaje –sentenció Samanta riendo.
-Y... ¿y dónde estamos? –preguntó txus observando la sonrisa que pusieron cuando formuló dicha pregunta.
-No te lo vas a creer.
-Hombre, teniendo en cuenta que ya es bastante difícil creerse que haya estado cinco meses de psicodelia pura, así que desembucha.
-Mira esto –dijo sacando un mapa en letras extrañas-. Es un mapa que encontramos aquí. ¿Sabes dónde estamos?
-¡¿¡¿Pakistán?!?!
-¡Pakistán primico!
-Pero... que no puede ser, cómo hemos llegado aquí?
-Seguramente en ese avión en llamas que está ahí uera –dijo Don.
-Y vete a saber tú dónde hemos estado antes –añadió Samanta.
-¿No será casualidad lo de ese mapa y estamos en Almería? –objetó Txus.
-También hemos encontrado otros papeles en árabe y un pasaporte que pone pakistán, mira –respondió Don mostrándoselo.
Txus se quedó pensando, su mente superproductiva no podía asimilar eso.
-Buah que movida –dijo.
Estuviaron ahí charlando y pensando en quñe harían ahora. A la hora Don dijo:
-Oye, igual son paranoias mías pero a mí me huele a porro aquí, y ninguno de nosotros tiene.
-¿Tú también lo hueles? ¡pensé que eran cosas mías! –dijo Txus.
-Yo... tengo mocos –añadió Samanta.
-Igual hay por aquí quién sabe. Que Pakistán pdroducía mucho y muy buen hachís –dijo Txus.
Empezaron a buscar y Don encontró algo que se salía de lo común en aquél suelo de tablas. Y era una puerta en el suelo atrancada con un cerrojo. Como no podían romperlo acabaron rompiendo la puerta, no sin esfuerzo, pues era de tablas toscas. Cuando lo consiguieron, bajaron unas escaleras de mader, y lo que ahí vieron fue aún más impresionante que todo lo anterior. Había en un habitáculo de unos treinta metros cuadrados ladrillos y ladrillos apilados hasta una altura de dos metros que ocupaban toda la estancia. Estos ladrillos depsedían un fuerte olor bastante peculiar, y al tocarlos cedían a la presión de los dedos.
-¿Es lo que yo pienso que es? –preguntó Don.
-Tío, esto no se puede creer. ¡Aquí debe de haber toneladas de hachís pakistaní!
La siguiente escena es la de nuestros amigos fumando hachís en pipa con un pelotazo de la virgen.
-Tío, ¡que vida más rara tenemos! Nos quedamos solos en el planeta, nos damos un viaje de la hostia colocados con una droga potentísima y aparecemos en el puto Pakistán fumando hachís de un covertizo de narcotraficantes –divagaba Txus mientras flotaba en el estupendo mrao de aquel hachís pakistaní que de la pureza se deshacía al mínimo roce.
-Yo ya no me puedo creer nada –añadió Don.
-¡Hostia! ¿Y si pakistán no estuviera asolado por ese extraño holocausto y aquí vivieran unos putos narcos? Igual estamos exponiéndonos a que nos maten o vete tú a saber –alertó Samanta.
-Coño es verdad... –pensó Txus.
-No tío, porque estamso en un puto desierto y esta es una mierda de txabola, no va a vivir nadie aquí –dijo Don.
-No, porque mira la de hash que hay tío, por aquí vendrá alguien de un momento a otro –rebatió Txus.
-¿Qué dices tío? Esto está deshabitado, y esta carga no se repartirá hasta dentro de un tiempo, no sé, sería mucha coincidencia que llegaran justo un día que estamos aquí fumando –insistió Don.
-Bah tíos no os ralléis y fúmale que yo ya le he dao –interrumpió Txus.
-Buah pasa –dijo Samanta sonriendo.
-¿De qué estábamos hablando Samanta? –preguntó Don.
-Eh... no sé tío, creo que de Steve Urkle. Mira fúmale que este es doblecero.
Las siguientes horas pasaron plácidas en la humilde txabola donde fumaban esea partida de alijo. Charlaron de su situación y lo que iban a hacer, de lo que se acordaban de todo este tiempo de viaje por las brillantes lagunas de la psiocdelia, en un estado de confusión pero sin quitar ese ya tan arraigado desenfado y dejar vivir de nuestros personajes, que hacía que todo les diera un poco más igual.
-La luz... la luz...
-Que vida más rara tenemos. Nos quedamos solos en el planeta, nos damos un viaje de la hostia colocados con una droga potentísima y aparecemos en el puto Pakistán fumando hachís de un covertizo de narcotraficantes.
-La luz es... azul. La luz...
-Tú... ¿no sientes algo que... dios, recuerdo esta sensación.
-La luz.... –Repetía una y otra vez Don, mirando el cielo azul con la mirada perdida en lo profundo de sus pensamientos, y de repente una sensación invadió su cuerpo. Una vieja a miga que volvía.
Un flashback de el efecto del lsd tan potente provocado por el consumo de cannabis hizo que Don, Txus y samanta volvieran a ese profundo estado de psicodelia pura que los desinhibe por completo de la realidad.

Los pájaros voletean y pían exaltados por la viveza de un nuevo día. El sol mañanero empieza a iluminar la ciudad. Sus calles, sus edificios, sus árboles y pastos, sus coches apilonados bajo una capa de polvo, y daba sensación de viveza al nuevo día. Un zorro corretea excitado en busca de diversión, y los tres duermen plácidamente sobra o debajo del banco, apilados desordenadamente. Un pajarillo se posa sobre el bonito edificio rojo de tres plantas que hay frente a nuestros amigos. Luego le siguen los demás, y empiezan a piar divertidamente. El ruido de los pajaros hace que Txus entreabra los ojos, se despierta y empieza a sentir sensaciones nuevas, o ya olvidadas. Al tiempo se percata de que ha vuelto a recobrar la conciencia de ese estado de inmersión alucinógena. Y averigua que está en un sitio totalemte distinto, como al anterior vez. Y otra vez siente esa sorpresa y ese desconcierto de cuando despertó en los cálidos desiertos de Pakistán.
Los demás se despertaron al poco tiempo, aunque Samanta no estuvo social, ni habló ni se movió durante unas horas, tras las que empezó a percatarse de su nueva experiencia.
-¿Dónde estamos? –preguntó Txus a las horas de haberse recuperado dele stado, mientras paseaban por las calles vacías al igual que en Gijón.
-No sé... pero no lo entiendo tío, esto está siendo demasiado. Nos están sucediendo cosas que jamás nadie podría creer, dignas de historia para un morao dijo Samanta consternado.
-Ya bueno, pero tú piensa esto, ¿qué le vamsoa  ahcer? No podemso evitarlo, el curso del mundo y nuestras optativas en él se han esfumado. Ahora nosotros pasamos de controlarlo a ser súbditos de él –respondió Txus.
-Ya pero... no sé, es muy exraño. ¿Cómo hemos llegado aquí, cómoe s que seguimos juntos si no recordamos nada en mucho tiempo? Esque hemos pasado a ser esclavos de una droga.
-Bueno... eso tiene que ser un flashback. Igual al fumar tanto se agravó y nos volvió el efecto. Y como el éste dura tanto, sería un flashback de mucho tiempo.
-Pues espero no tener más. Por cierto Don ¿qué día es? Míralo en el reloj tuyo.
-No tiene pilas.
-Uu que intriga –bromeó Txus.
Las horas transcurrieron plácidas, aburridas, como en un lago al que vas con la decisión de admirar la preciosa fauna y en el que no aparece ni un fétido pajarucho simplón. Las preocupaciones ahora eran las de supervivencia. Deberían procurarse un buen lugar donde pasar la noche a salvo del frío nocturno y las posibles alimañas que pudieran atacarles. Pero lo más importante a la par que preocupante era que no habían comido ni bebido nada en no sabían cuánto tiempo, y sus cuerpor se erguían flacuhcos y huesudos, con heridas y cicatrices de vete tú a saber.
-Tío necesitamos algo de comer. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero tenemos quee ncntrar algún alimento que no se haya podrido, algo de reserva en los supermercados.
-Sí, no nos queda otra.
De entre calle y calle, usmeando como perros abandonados, llegaron nuestros amigos a una calle principal, con coches apilados en las calles y la carretera rodeada de hierbajos y basura.
-¡Mira! –exclamó Samanta- Aquí tiene que haber un buen supermercado o algo.
Al rato de transitar por esa calle, a la altura de la mitad, vieron un cartel que les dejó atónitos.
-Oh dios mío –dijo Txus- Ese cartel dice que esto es Mokba, ¿sabéis que es eso no?
-Moscú -sentenció Samanta.
Siguieron conversando acerca del nuevo descubrimiento, charlando, discutiendo, echando juramentos  riendo luego cuando un ruido del extraño ambiente se distinguió entre los demás, y para cuando quiesieron darse cuenta ese estruendo se había velto ruidosísimo, y con la misma rapidez se fue.
-¡Joder! ¿qué coño ha sido eso? –exclamó Don.
-¿Eso era una... una...? no puede ser –dijo Txus.
-¡Tío! Acaba de pasar una moto por nuestras narices! –dijo Samanta.
-Buah que no puede ser.
-¡Tenemos que hacer algo! ¿no?
-Sí, corramos hacia allá, a ver si lo vemos –propuso Txus.
Los tres corrieron en dirección hacia donde se escapó la moto cuando el estruendo volvió a oírse. De repente, una yamaha nuevecita derrapó y dio la vuelta para frenar en seco justo delante de nuestros amigos. Éstos, atónitos y asustados, guardaron silencio el tiempo suficiente para que el motorista se quitara el casco. Bajo él, apareció un tío de unos 18 con pinta de chino.
-¡¿¡¿Samanta?!?! ¿Eres tú o me lo estoy imaginando?
-¿Lee? ¿eres Lee?¡Jooder chaval que no puede ser!
Los gritos de incredulidad y sorpresa rompían con el susurro de la constante y plena soledad que se respiraba en las calles vacías.

El Trío del Mal tras el Holocausto #2

El Trío del Mal tras el Holocausto #2

Saludos una semana más con otro capítulo sobre esta extraña y, espero que entretenida historia.

Capítulo 2


El sol incide levemente por la rendija del estanco, pero el espeso humo de porros apenas deja filtrarse luz.
Don se despierta por la suerte de que un lívido rayo de sol le cayó sobre el ojo derecho. Sale fuera y el traqueteo de la fuerta hace que se despirten Samanta y Txus, que a los quince minutos se levantaron.
-¿Ya es de día? ¿cuánto tiempo llevamos ahí? –preguntó Samanta cerrando los ojos por el sol.
-Creo que llevamos ahí dentro dos días – respondió Txus.
Tres –corrigió Don.
El estanco del que salían nuestros tres amigos era uno de la zona centro de Gijón donde almacenaban todo el hachís y la marihuana que encontraban, aparte de eso y, obviamente, cantidades ingentes de tabaco, había priva de licores caros y refrescos para parar un tren, además de una bolsa de supermercado llena de billetes de desde 20 hasta 500€ con los que se liaban algunos canutos.
-Joder que puto viaje, se me olvidó que hubiera aire puro primos –dijo Don.
-¡Buah! ¿te acuerdad cuando saliste a mear y volviste a las siete horas o por ahí que te habías perdido y creías que eramos invisibles que nos dijiste? –le pregutnó Txus.
-No –dijo Don, y todos se descojonaron.
Txus, Don y Samanta se fueron descojonándose y haciendo el idiota por las deshabitadas calles.
El invierno acababa de llegar, calculaban que era 22 de diciembre, y es impresionante cómo cambió el clima. Sin la manta de contaminación de las fábricas y el calor humano de las aglomeraciones la ciudad quedaba desnuda al crudo invierno. A principios de diciembre ya empezó a nevar, y ahora la nieve (sin nadie salvo tres fumetas que la retirase), llegaba al metro de altura en muchas zonas de la ciudad, acentuándose cuanto más se alejaban del mar. Las temperaturas también habían bajado, llegando desde los 10ºC máximos a los 5ºC bajo cero de madrugada. Ahora, una estela blanca que no se veía en unos treinta años, inundaba R.P.I.F.
En cuanto a los menesteres de nuestros amigos durante estos meses, la rutina fue variando poco a poco, dejando a un lado (aunque no completamente) las locuras anales que solían hacer por diversión. Sobre todo desde el incidente del museo. Un día, allá por otoño, tras una gran borrachera Txus, Santana y Don estaban agotados y sin saber qué hacer, así que decidieron entrar en un museo que se cruzaron por el camino sobre una exposición de arte realista. Estuvieron observando cuadros sin mucho interés, pero Txus reparó en una bonita escena en la que unos jornaleros amontonaban paja en un campo al atardecer en Castilla, y de pronto le asaltó la nostalgia y el remoridmiento de pensar que ya no habrá más gente que haga tales obras de arte. Pero ese enternecimiento fue interrumpido por Don que de una patada a lo karateka undía su playero en el lienzo que Txus estaba observando. Cayó al suelo y rió con una risa tonta.
-¡Buah qué patada! –le animó Samanta.
Pero a Txus no le hizo gracia, es más, fue el detonante de una explosión de angustia reprimida durante todo este tiempo. Agarró a Don de la chaqueta antes de que se pudiera levantar y lo empujó contra el suelo, al ver que no le hizo daño le asestó una patada en la cara. Don, enfurecido y perplejo, se levantó con la intención de devolverle el golpe, que le enrojeció la mandíbula, pero le vino a la cabeza el pensamiento de que sólo les tenía a ellos así que se contuvo y pidió explicaciones. Samanta también estaba perplejo.
¿Pero por qué has hecho es? –preguntó.
-¿Pa qué coño jodes el cuadro? –dijo Txus.
-¡Qué coño importa ya este cuadro o todo el museo! ¡hemos destrozado biende cosas y ahora por una pijada así me vienes con esas!
Txus, más cabreado aún, miró a Samanta a ver si le apoyaba, pero este dijo:
-Es verdad tío, te vuelves violento así de pronto, ya te vale ¿no?
Txus, frustrado y decepcionado, rompió a llorar.
-¡Estáis todos locos! –gritó fuera de sí, y salió corriendo, perseguido en cada calle por le eco de sus violentos pasos.
Los otros dos prefirieron dejarle a solas para que recapacitara, sabían muy bien lo que sentían, ya fuere con un cuadro o con cualquier cosa. Pero Txus no aparecía y los días pasaban, ya había pasado una semana, y se empezaron a preocupar.
Antes de esto habían acordado que, si por algun caso alguien se perdía, quedaban todos los días al mediodía en el ayuntamiento, y allí se presentaron durante horas Don y Samanta, que aprovechaban para hablar más profundamente de ellos... y Txus sin aparecer.
A los nueve días, en la pared del edificio donde dormían ahora que el frío aumentaba, en una casa del primer piso resguardada de las bajas temperaturas, encontraron Don y Samanta una pintada que decía Esta tarde a las 6 en el Calderón de la Barca.
Llenos de esperanza los dos se fueron al instituto a la hora indicada, donde estaba esperando Txus con una humilde cara de espectación.
-¡Txus tío, ya nos estábamos preocupando joder! –dijo Samanta con un tono más de reproche que de alegría.
Pero Txus sin inmutarse fue directamente hacia Don y le abrazó.
-Perdona tío.
Don le miraba con resignación.
-No te vayas sin avisar joder –respondió.
-Mirad lo que os tengo preparado –dijo con una sonrisa en la cara.
Entraron y fueron por los pasillos de la planta baja y la primera, donde había una hilera de cuadros de un estilo abstracto que consistían todos en una mancha amarilla y una línea horizontal negra, variando en la intensidad de pintura pero siendo todos más omenos lo mismo. Txus parecía muy excitado con la exposición, y, aunque a los demás les parecía un rollo patatero, no dijeron nada por no ofenderle, con la pequeña duda de si se estaba volviendo majara.
-Esto es lo que estuve preparando esta semana de ausencia, os gustará –dijo.
Lo único que añadió en todo el aburrido trayecto fue:
-Son cuadros de un tío que hace abstracto, cada uno costaba unos tres mil euros.
-Pues vaya –se dijo Don, y Saanta le dio un codazo de reprimenda.
Cuando hubieron acabado Don propuso de echar unos petas en alguna azotea, pero Txus dijo que tenían que ver la exposición final, con el aburrimiento al borde del desquicio los demás aceptaron. Se alejaron del instituto por la calle más grande que daba a él unos cien metros.
-Bueno... ¿dónde está esa exposición? –preguntó Samanta.
-Como me joden estos gandules que se creen que hacen arte y lo único que quieren es forrarse, independientemente del estilo –dijo Txus en tono de discurso. Cuando Samanta iba a exponer lo obvio, continuó-. Mirad ahí –señaló al instituto y se sacó un extraño artilugio de la michila que llevaba, apretó un botón y un enorme ruido ensordeció el lugar, asustando incluso a Txus. Después, una gran bola de fuego inundó una parte del instituto (otras zonas como el salón de actos o la biblioteca quedaron intactos), que se fue derrumbando con un chirriante y a la vez tosco ruido acompañado de fuegos artificiales que emanaban de las ventanas. Ya había caído la noche, y la escena, aunque terrorífica al principio, se volvió excitante y preciosa después.
Por último una gran hoguera alumbraba la gran nube de polvo que se formó.
-Antes de que digáis nada –dijo cuando ya se podía oir claramente-, con esto lo que quiero decir es que mola eso de destrozar cosas, después de lo que hemos pasaod nos merecemos eso, pero hay que saber qué destruir, y si hay algo que nos guste a algunod e los tres, hay que respetarlo, en cuanto a los demás, pues como dices tú, Samanta, la vida es uan fiesta –dijo, y sonriendo se fue a correrse una juerga con sus colegas.
A partir de entonces se habían dedicado más a mejorar su calidad de vida frente al inminente invierno que a simplemente destrozar y colocarse.
En la casa donde ahora habitaban, habían dispuesto el generador eléctrico con ayuda de Samanta (que es el que se encargaba de estudiar electircidad y hacer estas chapuzas), se colocaron sus camas con colchones ergonómicos nuevos, y toda la parafernalia de objetos electrónicos como un dvd, una tele de plasma de treinta pulgadas con su respectivo home cinema, un potente equipo de música que dejaba sordo, etc...; además una amplia gama de películas, libros y cómics para pasar tantos días muertos. Además habían determinado escribir un diario, por is alguien algún día lo pudiese leer.
-Se me están empapando los playeros –se quejó Don poco después de salir del estanco donde tuvieron la fumada intensiva.
-Pues tendremos que conseguir botas –dijo Santana.
Una sombra apareció al fondo de la calle, inundada por uan espesa niebla mañanera.
-¿No veis algo ahí que se mueve? –dijo Txus señalando ahí a la sombra.
-Será un animalillo –dijo Samanta.
A medida que se acercaban vieron que, ni la sombra se alejaba, ni estaba sola, cada vez veían más sombras iguales.
Empezaron a caminar más despacio.
-Esto me da mla espina primos –dijo Don.
De pronto oyeorn un rugido y pararon en seco. Se miraron los unos a los otros con cara de susto. Antes de que pudieran hacer o decir nada una jauría de lobos apareció ladrando y rugiendo cuales furiosas bestias. En pocos segundos les rodearon, y éstos se encogieron petrificados del miedo. Hubo un momento de silencio sin que nadie hiciera nada.
-¡Lobos! –gritó Txus- Que... ¿qué hacemos?
-Nn-no sé –balbuceó Samanta.
Txus avisó uan tienda de ropa con al puerta abierta a tres metros, obstruida por uno de los lobos.
-A la de tres –dijo-, corramos hacia esa puerta y cerrémosla.
-E... estamos desarmados –dijo Don.
-Una...
Los lobos rugían y se iban acercando.
-Dos...
Su dentadura blanca mostraba unos colmillos afilados y con un, aunque terrorífico, bello encaje.
-¡Tres! –gritó y con el corazón en el puó salió volando hacia la puerta.
El lobo que tenía en su camino se le abalanzó, pero acto-reflejo, le asestó un puñetazo en la garganta de la que se levantaba para morderle, por lo que retrocedió el tiempo justo para que alcanzara la puerta, entonces se dio la vuelta y vio a Don agitando violentamente el brazo del que se había enganchaod uno de los lobos. Justo iba a abalanzársele otro al cuello cuando Txus vio un paragüero metálico en la entrada.
-¡Ten! –le dijo a Samanta que en ese momento alcanzaba la puerta, éste lo cogió y se lo arrojó con todassus fuerzas al lobo que le iba a atacar, dándole de pleno en el costado, soltó un aullido yretrocedió manchado de sangre. Don seguía con el lobo enganchado, por lo que se le ocurrió apretarle el ojo para que soltara, y, aunque en un principio le dio asco, los agudos pinchazos que le daba en el brazo hicieron que undiera su pulgar todo lo posible en la cuenca del animal, retorciéndolo luego hasta desplazarlo a un lado que no le correspondía. Entonces un chorro de sangre salió disparado y el animal soltó aullando también. Tuvieron la suerte de encontrar unos tubos metálicos que servían para colocar las perchas en los escaparates, cogieron una cad auno y fueron a la ayuda de Don, que corría hacia ellos justo cuando los lobos volvían a atacar.
-¡Ten Don! –gritó Txus pasándole una de las barras. Justo entonces un lobo le iba a morder la pantorrilla, por lo que Txus le lanzó un golpe a las patas, pero falló al saltar éste, que dio un veloz giro y le mordió el brazo derecho. Xus gritó y en ese momento un golpe seco dejaba inconsciente al animal, era Samanta. Se liaron a golpes con lso demás lobos de la que retrocedían a la tienda, hasta que cerraron la puerta y se quedaron mirándolos, dando vueltas, escupiendo babas y amenazantes rugidos, y algunos tiñendo lanieve de sangre. Uno de ellos cojeaba por el paragüerazo, y otro estaba tuerto, pero aún así seguían rondando la entrada ávidos de carne humana.
-¿Estáis bien? –dijo Samanta, que fue el único que no recibió ningún mordisco.
Txus se miró y solo tenía unos pequeños rasguños, aunque Don tenía unas heridas más profundas por todo el brazo izquierdo de las que emanaba abundante sangre.
-¡Putos lobos! ¡A mala hora empezaron a repoblarlos! –bromeó Don.
-Hay que desinfectar eso, espero que estén curados de la rabia –dijo Txus, que era el que se encargaba de la medicina.
-Pues a ver cómo salimos de aquí co esos perretes –dijo Samanta.
Cuando ya se hubieron recuperado del susto pusieron un armario en la entrada pro si conseguían entrar, mientras planeaban una forma de salir de allí.
-Hombre, digo yo que se cansarán algún día, por muy hambrientos que estén –dijo Txus a las dos horas.
-Joder, joder, ¡joder! ¡que no se me puede infectar, hay que hacer algo! –dijo Don, cada vez más preocupado.
¡Ya lo tengo! –dijo algo depsués- Quitaros la ropa.
-¿Qué pasa que desnudos ya no les seremos apetecibles? –dijo Txus.
-En serio, rápido.
Los tres se desnudaron y se pusieron ropa nueva. Con la vieja vistieron, como propuso Don, tres maniquíes y los mancharon se sangre para despistar a los lobos. En cuanto a ellos, se echaron polvos ambientadores de ropa en las heridas y prepararon palos para arder con los materiales para hacer fuego que siempre llevaba Txus.
Una vez preparado todo, abrieron un poco la puerta y sacaron un montón de prendas y bolsas de plástico ardiendo que llenaron el sitio de una humareda que apestaba y escocía en los ojos, con lo que los lobos se apartaron algo; luego tiraron los maniquíes con su ropa y salieron escopetados hacia el estanco antorcha en mano.
El plan marchaba bien, los lobos se abalanzaron sobre los maniquíes y el fuego les hizo despistarse de la huída de sus presas, pero cuando ya les llevaban un buen tramo de distancia se precataron de la jugada y corrieron hacia ellos. Les estaban alcanzando bastante antes de que llegaran al estanco, así que de pronto, Samanta que vio un portal abierto, gritó -¡Por aquí!- y se colaron cerrando de golpe. Subieron a la azotea de seis pisos y fueron escalando por los tejados que se disponían en una hilera disforme y helada que no les fue fácil atravesar.
Tras aquello las cosas no volvieron a ser lo mismo, al menos en tan duras condiciones.
La diversión y el desentendimiento se vieron violentamente aplastados por el miedo y la inquietud. Pasaron del desenfreno ácrata a la nostalgia de seguridad, llegando a sentirse inferiores, por primera vez en miles de años de nuestra historia, de los demás animales, sobre todo de las ferozes bestias que les oprimían.
Si ya habían puesto de un lado la diversión, esto la dejó en casos puntuales, dedicando tiempo y esfuerzo en procurarse una vida más segura.
Con este menester cercaron la ciudad a base de barricadas en las calles y algún que otro campo para evitar las emboscadas de sus nuevos enemigos, la mayoría con barracones de obras, vehículos pesados, cemento y alambre de espino. Así dibujaron una frontera que contenía la costa desde la Playa del Arbeyal hasta la del Rinconín, es decir, la mayor parte de la costa gijonesa, y los barrios de La Arena, El Coto, El Bibio, Viesques, El Llano y algunas zonas más. Además rastrearon la ciudad como ya hicieron para la limpieza de cadáveres, esta vez con la intención de limpiar la zona de lobos, cosa que se volvió algo divertida, una vez provistos de las suficientes protecciones para que el peligro no les inunde la existencia.
Aún así, y a pesar de semanas de trabajo, los animales salvajes siempre encontraban un sitio por el que colarse, y los tres se empezaban a agobiar, ya no sólo por eso, sino por otras circunstancias.
-¿Cuánto llevamos ya? –preguntó Txus, que miraba el claro cielo despejado de enero desde la azotea donde podían estar las pocas horas que se soportaba la temperatura.
-¿Cuánto llevamos con qué? –dijo Samanta.
-Txus el peta –añadió Don.
-Pues que cuanto llevamos solos, desde la... ya sabes –dijo reprimiendo el tabú.
-Pues... unos cuatro meses. ¿Por?
-Tío, no he dicho nada por no desesperarnos, pero me estoy comiendo la cabeza con el tema y ya no puedo más –dijo Txus incorporándose con cara de disgusto-. Pero el caso es que me preocupa que no encontremos a nadie más.
-Pero si ya hemos hablado de eso –dijo Don, endureciendo la cara ante la fuerte maría que invadía sus pulmones-, nos tenemos los unos a los otros, y así tenemos que aguantar.
-Ya, pero con más gente me refiero en gran parte a chicas, y como solo nos tengamos los unos a los otros en vez de a otras... a saber como acabamos –bormeó Txus.
-Si es cierto que a mí me preocupa no conocer a una chica, y no slo por echar un polvo... ¡que también! –puntualizó Samanta sonriendo- sino por enamorarme, estar con ella, que no es lo mismo que con vosotros, no sé, me da miedo no poder volver a sentir eso.
-Eso, eso –le animó Txus-, y además aquí ya no estamos seguros, y qué hostias, aunque lo estuviésemos, estoy harto de ver todos los días las mismas putas calles.
-¿Y qué quieres que nos vayamos? –interrumpió Don.
-Sí, eso quiero.
-¿Y a dónde? Tú fuiste hasta Madrid y ahí no había más que la misma mierda que aquí, y tú con Pamplona lo mismo. Está todo jodidamente muerto, no sabemos por qué pero las cosas son así –dijo Don, subiendo el tono de voz para afrontar la dura verdad.
A todos les hubiera gustado dejar esta incómoda conversación, pero Txus quería dejar de tener insomnio por estas preocupaciones, estar todo el día agobiado y sin nada más en la cabeza, con una asquerosa resignación que le destruía su estado de ánimo día a día.
-No tiene por qué estar todo perdido, igual en el extranjero...
-¿Qué extranjero ni qué hostias? –dijo Don- Hemos escuchado la radio montontes d eveces y no hay ninguna maldita señal.
-¿Y hasta dónde crees que llega esa señal? –le interrumpió esta vez Txus- Deberíamos irnos lejos de aquí, muy lejos, y buscar posibles pistas de más vida, ¡no estoy dispuesto a pudrirme entre drogas en esta maldita ciudad muerta!
Don calló.
-Estoy de acuerdo –dijo Samanta-. Debemos irnos. Lo hemos perdido todo aquí, ya no nos queda nada más que perder, por lo tanto no veo inconvenientes en ir a buscar más supervivientes.
-Tengo que daros la razón. ¡A la mierda, vayámonos de aquí a buscar unas buenas gachís! –sentenció sonriendo.
A partir de esa conversación en la azotes de un edificio mudo en una ciudad sin vida, nuestros amigos volvieron a recuperar ese estado de ánimo que les había hecho fuertes frente a esta cruda realidad irreal. Empezaron a hacer planes, algunos descabellados, pero que de ningún modo quedaban descartados en tal situación.
A las dos semanas ya tenían los planes para buscar supervivientes o, en cualquier caso, un mejor lugar donde vivir. Irían por todo el Cantábrico hasta los Pirineos y luego hacia el norte de Europa, visitando las principales ciudades en busca de alguna señal de civilización. El transporte sería una furgoneta lo suficiente pequeña para soportar largos viajes con pendientes y posibles obstáculos, y suficiente grande como para servir de protección ante posibles ataques. De todos modos llevarían armas, pistolas de 9mm y una escopeta que encontraron en las comisarías. Eso aparte de comida en conserva, una pequeña cocina de cámping gas, bidones de gasolina y utensilios para conseguirla de gasolineras, y demás objetos de ocio, entre los que no podían faltar semillas de marihuana y reservas para el trayecto.
Ya lo tenían todo preparado en la furgoneta para irse al día siguiente de R.P.I.F., y estaban oficiando la fiesta de despedida. Esta la hicieron en el hall de un hotel de cuatro estrellas al lado de una barricada, con la furgoneta afuera esperando para el viaje. Estaban sentados en los confortables sillones que siemrpe hay en estos hoteles fumando y bebiendo con música de fondo cuando Txus sacó de su bolsillo una bolsa, la abrió y mostró unas cápsulas aparentemente medicinales que contenían un líquido.
-¿Qué es eso? –preguntó Don- ¿no serán más pastillas de esas no? Yo paso que la vez que las probé me dejaron todo jodido –afirmó con cara de asco.
-Tíos –comenzó Txus al modo de discurso que tanto le gusta-, antes de ciajar en la furgoneta, vamis a hacer un puto viaje que no nos llevará a Francia, o a Alemania, sino que nos llevará al puto espacio exterior.
-¿Qué es eso tío? –preguntó Samanta con una sonrisa de excitante curiosidad.
-¿Os acordáis de Milly? ¿El vecino mío que nos pasó la maría de cuando el accidente?
-Joder, como pa olvidarlo, seguro que su maría nos salvó de lo que haya arrasado a toda la población –contestó Don.
-Pues bien, estas cápsulas contienen un LSD tratado químicamente con no se qué mierdad que me contó un día, según me dijo hacen que los efectos duren mucho más, y que sientas algo totalemente indescriptible que deja a un peta de ficha un tripi normal, y lo que es mejor, según me dijo, no te puede dar un mal viaje con ellas. Yo no me lo creí, pensaba que estaba fardando, pero hace ya tiempo entré en su casa y vi documentación sobre el tema, y estas cápsulas preparadas para tomar.
-¿Pero ese Milly ya las probó? –preguntó Samanta.
-No sé, creo que no.
-¿Y si están envenenadas o son tóxicas o algo así?
-Eso pensé, pero le di una dosis a una vaca y no le pasó nada, aunque parecía un cachorro de perro todo el rato mujiendo y revolcándose.
-No sé.
-¡Que sí tío, no te lo pienses más, va a ser las risas! –dijo Txus, cogió una cápsula, la abrió y derramó el líquido sobre su cubata, luego lo bebió del trago. Cuabdio acabó pasó las otras dos a los demás.
Justo entonces empezaba Whiplash de Metallica, y la excitación del momento, unida a la poca cordura de estos supervivientes, hizo que no se lo pensaran dos veces e hicieran lo propio.
A la hora de tomarlo, tras risas y un buen morao, los efectos se hicieron notar. Txus sabía que oía reggae, pero ya no le parecía reggae, sino algo mucho más bello (si cabe) y totalmente distinto. Esa gratitud mental se extendió a todo el cuerpo, convirtiéndose en un éxtasis indescriptible. Antes de que pudiera ser consciente de nada más, la vista se le nubló, y no se desmayó, sino que recuperó vida, se sintió vivo, y ya no era él, la mente se le abrió y ya no supo nada más.

El Trío del Mal tras el Holocausto #1

El Trío del Mal tras el Holocausto #1

LEE EL PRÓLOGO EN EL ANTERIOR ARTÍCULO, YA QUE ESTE ES EL PRIMER CAPÍTULO

 

Hola de nuevo incondicionales fans xd.

Antes de nada decir que tengo el Internet restringido de lunes a viernes para que no me lo meta por vena todos los días ne vez de estudiar, por lo que me parece bien. Así que los artículos los iré publicando cada fin de semana excepto algun caso puntual.

Bueno pues ala, ahí va el primer capítulo de esta historia tan bonita y delicada :D

Capítulo 1, primero o i mayúscula

 

-Bueno, lo primero es poner algo del imprescindible orden si queremos vivir aquí, así que vamos a dividirlo en varias partes ¿os parece? –a Samanta le brillaban los ojos de emoción, él nunca tuvo muy claro esto del suicidio, es más, ésta era la cuarta vez que venía a intentar en vano suicidarse, corroído por la soledad que le carcomía las ganas de vivir- Primera parte, sanidad; hay que limpiar las calles de cadáveres, ¿alguna sugerencia?
-Pues...
-Ah, ya sé, pillar una de esas excavadoras de obras y un camión de los que transportan tierra, el primero pa subirlos al camión y el segundo de coche funerario -sugirió Don.
-Bien, necesitamos gasolina y esos transportes entonces, ahora la pregunta es ¿dónde metemos a toda esta gente muerta?
-Podríamos meterla en un pabellón, en el palacio de los deportes sería la buena,  luego habría que bloquear las entradas para que no vayan animales salvajes, que ya he visto a alguno que otro por la ciudad –propuso Txus.
-A mí me parece bien.
-¿Y qué hacemos con los muertos que están en sus casas? –preguntó Don.
-Hombre, ese es mucho trabajo, yo creo que con sellar las puertas vale.
-Ya, pero pueden aparecer enfermedades –advirtió Samanta.
-Es verdad, mejor cada día vaciar un edificio o así hasta que se llene el camión, hasta que quede una buena zona libre de muertos.
-Será mejor, además este maldito olor parece que no se va a ir nunca.
-Ya, ya. Bueno, luego está la electricidad, la necesitaremos para refrigeración, escuchar música y tal.
-He visto un generador de energía en el cerro, creo que es por las fiestas de Cimadevilla –dijo Txus.
-Eso nos servirá, y si tenemos alguna duda pues vamos a la biblioteca y miramos en algún libro, que seguro que ahí hay de todo –dijo Samanta.
-¿Y qué haremos con las calles? digo yo que habrá que desbloquearlas del tráfico –preguntó Don.
-Ya lo tengo pensado, esa va a ser la parte más divertida del trabajo ya veréis.
Varios días después, tras haber vaciado ya un barrio entero de cadáveres, que se iban almacenando en el Palacio de los deportes, actualmente Fosa Común de la República Independiente de Gijón, como se les ocurrió llamar a la ciudad, se vistieron de los atuendos más estrafalarios que encontraron, para hacer gala del espectáculo, y, servidos Txus de un pesado camión de carga, Don de un furgón blindado y Samanta de un autobús urbano, dieron paso a la cuarta parte, la referente a liberar las calles.
-¡Joder tío como mola esto! –gritaba Txus por el walki-talkie que se habían agenciado en un bazar chino, en cuyo sótano había un montón de ellos putrefactos.
-Ya te digo, ¿has visto ese todoterreno que casi me hace volcar? –dijo Don a su vez, que despejaba como sus dos amigos las calles a golpe de furgón, esto es, a toda hostia calle abajo desviando los coches que se pongan en medio hacia la acera, lo que resultaba un tanto divertido.
Una vez acabaron las ropas que llevaban: Txus un smoking blanco de armani valorado en 2500€  con una pintada de spray negro sobre todo él que decía culo, Don unos pantalones de cuero de sex-shop con botas con tachuela de cowboy y acompañado de un gorro de plumas indias que llegaba hasta las rodillas, y Samanta con un chándal roñoso de marca Umbro decorado con collares de perlas y pulseras de diamantes a lo M.A., pues como iba diciendo, las ropas que llevaban quedaron un tanto estropeadas, así que las tiraron por ahí y se pasearon por el ya más limpio barrio en pelota picada, aunque el sol les pasó factura.
Al llegar la noche se fueron a su nueva casa, que era un hipermercado LIDL del barrio El Coto donde pusieron unas confortables camas y biende aparatos electrónicos y refrigeradores, con lo que tenían víveres y diversión para la noche.
Al día siguiente llevaron a cabo un duro día de trabajo que en el futuro les dará tanta recompensa que no les costó mucho hacer, esto es, plantar un prado de atrás del LIDL con marihuana de unas semillas que cogieron de una tienda de artículos de marihuana. Plantaron de varias y buenas marcas, pero tendrán que esperar seis meses para que dé sus frutos, por lo que a diario registran casas de porreros que conozcan para pillar maría, de momento se sirvieron con un bar donde había en el almacén unos 500 gramos de un polen de alta calidad.
Cuando, al cabo de unos meses, hubieron terminado de limpiar casi completamente las calles de cadáveres (siempre queda algún rincón, es más, les resulta sorprendente dónde se pueden encontrar a gente, como aquél día que vieron a uno caer de un árbol de la que pasaban), las energías de nuestros jóvenes protagonistas se centraron en armarla y hacer locuras extremas en la ciudad.
Lo primero que hicieron fue retirar todas las banderas que veían de los edificios y en el edificio del ayuntamiento poner una bandera blanca con la foto de los culos de Txus, Samanta y Don impresos y, tras colgarse Txus en arnés del tejado, pintar con pintura roja República Porrera Independiente de Fumatown, que era el actual nombre oficial de la antigua Gijón. Por lo demás, símbolos de hozes y martillos, culolandia nombre oficial a estilo de pintada antisistema, y símbolos de anarquía, adornaban el resto de la ciudad, sobre todo en iglesias, institutos y lugares oficiales.
Pasando a actos menos simbólicos pero más divertidos, un día que no sabían que hacer y se pillaron una buena cogorza, cogieron: Txus la oruga que usaron para almacenar cadáveres, Don una grúa de mudanzas que llegaba hasta un décimo piso de esas que han de cortar la carretera para usarla, y Samanta un camión de demolición que meneaba grácilmente una bola de nosecuantas toneladas, y empezaron a demoler los que ellos consideraban los edificios más feos de la R.P.I.F. (República Porrera Independiente de Fumatown) o ripif, entre ellos, el horrendo edificio del ALSA que en su día se le cayó un buen pedazo de techo con gente dentro, el edificio enorme al lado de la iglesia del Humedal, el cual hizo un atasco por la carretera inmenso, y edificios al azar que demolían a pito pito gorgorito al acabárseles la lista.
Al volver a casa se pegaron una buena fumada de polen, cenaron San jacobos y vieron un par de capítulos de Me Llamo Earl, con la tristeza en el fondo de que no habrá nuevas temporadas. Hay muchas más series se decian a sí mismos, le daban una calada al peta y se iban a dormir felicas, tras tanto tiempo felices al fin.

El Trío del Mal tras el Holocausto

El Trío del Mal tras el Holocausto

artículo nº 40

(Prefacio o breve introducción al libro)

Me gusta escribir. Es un ejercicio mental que con práctica, la cual incluye leer a otroxs, vas dominando más y más,  gustándote en proporción. Además te sientes libre, creador, cual dios creando su mundo de juego. Eso sí, nada se crea, y la libertad literaria hay que contrastarla con una buena dosis de humildad, conocimiento y un esquema estructural de lo que vas a contar. Lo sé por experiencia, ya he tendio don intentonas de libro, la primera fracasada en la página 40 y la segunda una primera parte de 72 que desespera la segunda.

Esta historia promete más continuismo, más que nada porque está sustentada sobre tres mentes enagenadas, y eso siempre promete.

El tema, fruto del tradicional gusto de la juventud por la fantasía, la ciencia ficción, y en gran grado la violencia, mezclado con altas dosis de thrash metal, se podría encasillar en el humor, aunque con toques de emoción y aventura, procurando que sea una lectura entretenida y divertida, que le permita soñar al lector.

Para hacer una breve idea, trata de tres adolescentes, Txus, Samanta (que es un tio), y Don, basados de alguna manera un poco creída y arrogante pero divertida en un un Darío haciendo de Don, Mikel haciendo de Samanta (él eligió el nombre, a mí no me miréis), y un servidor haciendo de Txus. Estos chavales, habituales porretas despreocupados, van a casa de Txus a pegarse una fumada, y, estando allí, sucede un extraño holocausto que arrasa la humanidad sin saber hasta qué grado, pero deja todo deshabitado. Éstos, que fumaron una hierba tratada genéticamente, están ahora solos en un mundo de anarquía, diversión, misterio y peligro, en el que, al borde de la locura y sin la única compañía que ellos mismos y unas sorprendentes dosis de optimismo, les van sucediendo situaciones de lo más inóspitas.

Bueno, espero haberme explicado bien, ya tengo el prólogo y dos capítulos, los cuales iré subiendo esperanfdo crear un grupo de adeptos a esta historia, que iremos desarrollando entre juergas.

Y sin más dilaciones, aquí os dejo la primera tajada, disfrutadla como la disfruto yo escribiéndola.

PRÓLOGO

-Tío, esa hierba es la mejor que vayas a probar en mucho tiempo.
-Buah calla, calla que vaya ganas.
-¿Y las pizzas? Ah, ya las veo...¡tío te dije que la mía de barbacoa!
-Joder llevamos comprando la pizza de barbacoa dos meses, una de cuatro quesos es la buena.
-No sé, es que la de barbacoa está todo buena. En fin, qué más da, vamos a apurar que este empieza la fumada sin nosotros.
La tarde comienza apacible en la tranquila ciudad de Gijón. El bullicio habitual de la urbe se ve interrumpido por la vagancia de sobremesa. El sol pega fuerte y Don y Samanta se disponen a hacer una de las múltiples fumadas que suelen hacer junto con Txus, hoy en casa de este último. Pero esta fumada no va a ser como las demás, no sólo porque ahora, a meidados de septiembre y con las clases a la vuelta de la esquina, esta sea la última del verano, sino porque se va a celebrar con una maría especial, casi única.
-Hey ya estáis aquí, venga pasad que ya lo tengo todo preparao, ya veréis que buena la maría de Milly.
-¿Quién? –preguntó Don.
-Milly tío, el vecino mío de 25 años que si padre es químico y tiene hasta su pequeño laboratorio en casa, que por eso te dije que pasa de todo.
-No que quién te preguntó –interrumpió Don rompiendo en carcajadas.
-Cabrón me la colaste jaja.
Una vez reunidos entraron en la habitación de Txus, quien cogió una caja de zapatos y la puso sobre su regazo.
-Tíos –dijo con los ojos brillantes-, esta maría está tratada genéticamente para ser más efectiva, tiene un alto contenido en THC así como otras sustancias que dan el mismo efecto, nada chungo no os preocupéis. Es tan especial que se cultiva de distinta manera y se recolecta ahora a finales de verano. No hay polen que la iguale, y la única forma de conseguirla de un modo asequible es plantándola tú mismo...
-Ala que sí pesao, hazte un peta que va a llegar tu madre tanta cháchara –dijo Samanta.
-Vale, pero líalo tú que no soy muy bueno ya lo sabes.
-Yo he traído liadora –añadió Don.
La tarde transcurrió amena con el trío del mal, una vez que hicieron hambre engullieron ávidamente las pizzas de cuatro quesos y vieron películas de chiste fácil e historias de morao.

-¿Mmm?... ... ... ¡hostia tío que nos hemos quedado dormidos! –se sobresaltó Txus que guiñaba los ojos ante el penetrante sol que entraba por la ventana de la sala.
Don y Samanta se despetaron perezosamente.
-¡Joder que va a llegar mi madre, ayudadme a recoger!
-Pero... ¿qué hora es? –dijo Don de la que miraba el reloj de la pared, pero éste estaba parado.
-Que raro –dijo Samanta mirando su reloj de aguja-, o este reloj está mal o son las 9:47 de la mañana del... ¿18 de septiembre de 2008?.
-No puede ser, cómo van a haber pasado tres días –dijo extrañado Txus, sacó su movil y este mostraba que, efectivamente habían pasado tres días-. Pero... ¿y mi madre? Esto es muy raro tío.
-Eso es que esa mierda es tan buena que nos ha dejado groguis tres días –dijo Don.
-Sí y mi madre la probó al llegar del curro y se fue de fiesta ¿no te jode? –interrumpió Txus-. Bueno, lo primero es limpiar.
Los tres limpiaron los deshechos de la fumada y salieron de casa para averiguar lo ocurrido, pero al abrirse el ascensor sus caras se deformaron de golpe ante la escena que divisaban.
-¡Joder!
-¡Una muerta! ¡tío e... esa señora está muerta!
-Pe... pero si es mi vecina del quinto.
La mujer yacía en el ascensor con la compra esparcida por todo el suelo pero sin ningún indicio de herida o sangre. Los tres horrorizados llamaron a la puerta de los vecinos por miedo de que un asesino anduviese suelto por le edificio, pero éstos no acudían ni a las patadas en la puerta, por lo que decidieron salir escopetados a la calle con el corazón en el puño. Al llegar a la calle se asustaron todavía más, cuando no se quedaron perplejos, y es que por toda la vía había muertos desperdigados, vestidos todos con sus ropas del día a día, algún que otro perro aullando al lado de su dueño, y algunos incluso metidos en su coche desviado de la carretera.
-¡Están todos muertos! –gritó Txus histérico.
Un montón de ideas asolaron como guerreros una fortaleza la cabeza de nuestros protagonistas, que se movieron como animales salvajes de un lado a  otro mirando por doquier, jadeantes e hiperactivos, atechándose cuando pensaban que aquello era obra de francotiradores, saliendo a fuera cuando pensaban que era obra de algún asesino del edificio... hasta que decidieron salir corriendo hasta el final de la calle, y en la que cruza vieron más de lo mismo, más muertos y cohes y autobuses parados.
-Igual no están muertos –dijo Txus, que se acercó a un ciclista y le tomó el pulso, el cual era nulo.
Una vez confirmado aquello se dirigieron al centro corriendo y esquivando cadáveres con la esperanza de encontrar a alguien, pero una vez llegaron no encontraron nada más que muchos más muertos, que con ese implacable sol empezaban a despedir un aroma desagradable.
Las ideas primarias de supervivencia dejaron paso a las de preservación del grupo.
-Yo voy a mi casa, tengo que saber dónde está mi madre... ¡joder nadie contesta al móvil! –dijo Samanta que, como era el que más cerca vivía del centro fue acompañado por los demás.
Una vez llegaron a su casa entre calles vacías de muerte la escena no fue muy distinta, la madre de Samanta yacía en la cocina con un montón de trozos de verdura esparcidos por el suelo y una enorme nube de vapor que salía de una pota quemada en el fuego de la vitrocerámica. Samanta horrorizado por la confirmación de sus sospechas rompió a llorar, desesperando a los otros dos, que esperaban la misma suerte para ellos.
-No... no hay nadie más en la casa –dijo Txus entre sollozos-, nosotros nos vamos, no te vayas, luego nos veremos.
Samanta, ido, ni siquiera escuchó, ahora serio y pálido como la nieve.
Txus y Don fueron a casa de este último a toda prisa, con ganas de llegar cuanto antes pero a la vez con un miedo horrible a llegar realente.
Al llegar a la puerta de casa, Don, asustado, apoyó la orjea en la puerta antes de abrirla, y oyó el sonido de voces, así que con una nerviosa sonrisa en la boca abrió de golpe y corrió hacia las voces, para averiguar que sus padres, rectos en el sofa, presenciaban su muerte acompañados de la televisión que mostraba una vieja gorda echando las cartas con un número de teléfono en la base. Al comprender esto, Don desesperó y gritó roto por dentro.
Txus estaba desolado, sabía cuál sería su suerte, sabía lo que iba a pasar; aún así albergó algo de esperanza al aceptar Samanta en llevarle en moto hasta la oficina de su madre, fuera de la ciudad. El viaje, que debería haber durado una media hora se hizo largo e insoportable por los innumerables coches que cortaban las carreteras, y la angustia del momento se veía aliviada por la intriga de saber hasta dónde llegaba esa extraña catástrofe. Desgraciadamente, llegaba hasta la oficina de su madre.
Volvieron desalentados, confusos, cansados y mareados. Volvieron sin saber a dónde llegarían, sin decir nada, sin nada que decir y mucho que preguntar.
-Esto es una pesadilla –se repetía una y otra vez Txus-, no puede ser, es una pesadilla... ¡Samanta despiértame! –y rompía a llorar, así una y otra vez.
Cuando llegaron a Gijón tomaron la determinación de enterrar a sus seres queridos, y ese fue su propósito durante todo el soleado día, robar, si todavía se le podía llamar así, ataúdes del tanatorio, proveerse de palas y enterarlos en un bonito merendero entre pinos a la altura de Deva, atrás de la ciudad.
Ya no sentían miedo, no sentían nada, no eran conscientes de lo que estaba sucediendo, así que cada uno se fue por su lado.
Txus decidió irse a Madrid, lo hizo en motocicleta, la cual cada vez dominaba mejor, pero el camino no auguraba una buena llegada, con muertos por todos lados y las carreteras mudas. Cuando llegó, la escena era más terrorífica si es posible. La Gran Vía y otras calles estaban intransitables por un montón de coches parados, y los lobos campaban a sus anchas cuales niños en un kiosko. Dio una vuelta por la ciudad y decidió volver, sin ningún propósito claro.
Samanta también decidió hacer algo, y esto fue, ir a su ciudad natal, Iruña, a probar suerte con sus familiares y amigos, pero el camino le adelantó, como a Txus, la suerte que iba a correr. Desalentado también, tras unas semanas viviendo ahí, decidió volver a Gijón.
En cuanto a Don, estaba tan desolado que no tenía ningún objetivo concreto, y se refugió tanto en su sufrimiento que acabó por volverse loco. Sólo salía de casa para coger víveres del supermercado, y su estado de ánimo era similar al de un zombie que calla su sufrimiento.
De este ánimo vagaban nuestros portagonistas por las principales calles de Gijón, oyendo el silencio, el viento silbante entre los coches desalineados y la soledad. Pero ya no estarían solos ni un segundo más, llebaban un mes solos y ya no volvería a pasar, y es que los tres tomaron la misma determinación de unirse a la multitud en su sueño colectivo, y los tres habían decidido hacerlo el mismo día y en el mismo lugar, siendo éste el parque Isabel La Católica donde tantas veces habían pasado buenos momentos, provistos de bebida y porros... pero ahora era distinto, lo que en sus manos llevaban no eran bolsas de supermercado con estos manjares sino un bote de pastillas que les dormiría para siempre.
-Ha llegado mi fin. No lo esperaba así ni ahora, pero yo no lo he elegido ¡joder! –musitó Txus, y en un arrebato de ira contenida sacó un generoso puñado de pastillas relajantes y se las intridujo en la boca.
-¿Txus? ¡Txus! ¡Eres tú! ¡joder cuánto tiempo tío no me lo creo! –una voz familiar interrumpió el viaje, Txus miró y vio a Samanta, sucio, depeinado y con el rostro congestionado, frente a él, ahora con una sonrisa de oreja a oreja- ¿Qué haces aquí?
-Pues... –giró la cabeza y escupió las pastillas. Dar un paseo jeje que está el día bonito pa salir.
Samanta sonrió pero se dio la vuelta de súbito asustado, algo le había atacado por la espalda, y el atacante no era otro que Don, que aparecía con unas enormes ojeras y envuelto en una tosca barba de adolescente.
-¡Joder eres tú! ¿Qué tal Don, cómo estás?, ¿has quedado aquí con Txus?
-No que va, yo venía a suicidarme, ¿veis? –dijo con toda la tranquilidad del mundo mostrando un bote de pastillas. Samanta bajó la cabeza desalentado y se sentó en el banco en el que tantas risas se habían echado en el pasado- ¿Qué pasa?
Samanta metió la mano en el bolsillo de sus roídos pantalones y sacó otro bote de pastillas.
Txus mostró el suyo, sorprendido por la coincidencia, el silencio se hizo, un silencio incómodo, pero él estaba tan alegre de ver a sus amigos tras tanto tiempo solo que lo único que se le ocurrió decir es: -Vaya, siempre soy el que llega tarde a los sitios pero pa matarme tenía prisa ¿eh?
Los tres rieron. Y esa mierda de gracia despertó en ellos una sensación que habían olvidado, y fue tan intensa que Samanta estrelló con todas sus fuerzas el bote de pastillas contra el suelo, rompiendo éste en mil pedazos.
-¡Que esto no vuelva a suceder, tenemos que estar unidos, y vamos a salir delante de esta mierda!
Don y Txus sonrieron, la idea era excitante, y les dio una vitalidad que habían perdido hace ya mucho.

 

PD: Se aceptan sugerencias. Con este artículo empiezo el tema que lleva el mismo nombre.